Ser emprendedor tiene mucho que ver con vivir
Aprecia la belleza de la incertidumbre
Por: ADRIAN CASTAÑEDA
Empresario, inversionista, conferencista
@adriancastanedat
Ser emprendedor tiene mucho que ver con vivir, los seres humanos son emprendedores por naturaleza porque de alguna forma se han visto en la necesidad de emprender para avanzar y dar fuerza a sus emprendimientos, en este caso, la vida misma.
Sin embargo, pocas personas en todo el planeta conocen sus posibilidades reales y prefieren vivir por el camino seguro. Es muy común escuchar a alguien decir: “No sirvo para esto”.
Lo dice porque le sucede algo peculiar, no se conce. No tiene la certeza de saber hasta dónde es capaz de llegar. Por eso en su mente se le grabó el mensaje de “no sirvo para tal cosa”.
Ese desconocimiento, que también puede llamarse miedo, aleja a cualquier persona del éxito. Nadie puede vivir bien, pensando de esa manera, es un error del que se deben desprender. Cuando ese pensamiento lleva al miedo, la persona no es capaz de saber hasta donde puede llegar; y se limita, se quita la oportunidad de vivir la belleza de la incertidumbre, porque simplemente le da miedo arriesgarse.
Entonces, como no quiere perder, porque tiene objetivos equivocados (perdiendo también se gana), comienza a planificar más de lo normal.
Sin darse cuenta, en pocos minutos, tiene un esquema completo de su vida al que se apega hasta el fin de sus días: ¿Graduación a los 22? Primera empresa a los 25? Matrimonio a los 30? Hijos a los 35
Todo con un guión no apto para saltos de tiempo. Pero, ¿qué pasa cuando algo no sucede como se pensó?. La persona se convierte en un caos total, se cierra, no es capaz de pensar ni siquiera que ese “error” en el plan, puede ayudarlo a ir un poco más allá.
Es en ese momento donde se pierde la incertidumbre de vivir, de equivocarse y aprender de ello; de caminar por la arena movediza, porque de una u otra forma, eso le permitirá fortalecer sus piernas, músculos y cuerpo completo.
¿Miedo?
La vida es como la selva densa, con sombras en cada una de sus esquinas, pero siempre, por muy tupida que esté la vegetación, por alguna rama se cuela el sol. Quienes han caminado por zonas selváticas, saben que el miedo siempre está al acecho.
¿Qué se movió por esas hojas?, ¿cuándo lloverá? o ¿cuándo dejará de llover? Es una total pero maravillosa incertidumbre que se debe aprovechar. Planificar absolutamente todo es un error de novatos. Si bien es cierto que la planificación es buena, convertirse en un absoluto planificador de la realidad es imposible.
Es una locura creer en la perfección, nada puede ser perfecto a un nivel superlativo. Cuando sólo se busca eso, entonces las cosas pequeñas (que también valen y mucho) pasan desapercibidas.
El perfeccionismo afecta a las personas en todos los niveles. Hasta el punto de convertirlos en juez sin causa. Es curioso y a la vez preocupante cómo crecen los juicios para ser disparados a mansalva justo en el momento que alguien hace algo que, a criterio de cada persona, no es correcto.
El mundo sería mucho más bonito si las balas que se disparan fuesen de comprensión en lugar de perfección. Una pizca de compasión con el que acaba de caer, incluso si el que cayó es quien lee estás líneas, puede marcar la diferencia. La belleza de la incertidumbre es entender que todo pasará, por muy malo que sea; y aunque duela mucho, algún día dejará de hacerlo. A fin de cuentas, aprender de los errores, de ese episodio que salió muy mal o mal a medias, también forma parte del éxito, porque da las herramientas justas para no volver a equivocarse, o por lo menos permite tropezar con piedras distintas cada vez.
Cuando se es emprendedor, se asume un riesgo importante, pero puede convetirse en la realidad más rica en conocimiento que una persona es capaz de vivir. El emprendimieto es una universidad, en la que los maestros son los fracasos.
No saber qué sucederá, también es bueno, muy bueno.