El héroe del barrio

Julio César Fernández: el líder que protege la infancia en Calimio Norte

martes 25 de noviembre, 2025

A Julio César Fernández lo conocen todos los niños del barrio. Basta con que pise una esquina de Calimio Norte, en la Comuna 6 de Cali, para que alguno lo llame por su nombre.

Lo abrazan, le piden fotos, lo buscan. Pero hace una década no era así.

Todo comenzó en 2015, cuando Julio César y un grupo de vecinos decidieron hacer algo diferente por los más pequeños: organizar un pesebre comunitario y recolectar regalos para aquellos que no tendrían una Navidad con juguetes.

Lo que empezó como una idea improvisada se transformó, con los años, en un proyecto comunitario sólido.

Hoy, la Fundación Calimio Cultura —formalizada en 2022— lidera actividades que no solo entregan regalos, sino que ofrecen alternativas reales de vida a niñas, niños y jóvenes en un entorno marcado por la violencia y las fronteras invisibles.

Un regalo como punto de partida

Desde sus inicios, la entrega de juguetes fue el corazón del proyecto. Cada diciembre, la fundación organiza una jornada navideña en la que participan entre 750 y 850 niños.

Sin embargo, la necesidad es mucho mayor: la base de datos actual incluye más de 2.800 menores.

Este 2025, la entrega de regalos empezará el 16 de diciembre, pero hasta el momento solo lograron recolectar el 20% de lo que necesitan.

Los juguetes aceptados deben ser lúdicos, didácticos o deportivos. Nada que represente violencia. Las donaciones pueden llegar por Instagram @fundacion_calimio_cultura. Cada aporte, por pequeño que sea, representa un momento de alegría para un niño del sector.

“Antes de ir a la cama”: la rutina que los aleja del peligro

Aunque diciembre es el mes más visible, la labor de la fundación se extiende durante todo el año. Desde mayo, los martes y jueves en la noche, los niños se reúnen para participar en actividades del programa “Antes de ir a la cama”.

Juegos, deportes, lecturas y refrigerios componen estas jornadas.

Este espacio busca romper la rutina de ocio en la que suelen caer muchos niños y adolescentes de la zona. Asisten entre 150 y 160 menores, quienes serán los primeros en recibir regalos en Navidad.

La asistencia no es obligatoria, pero la participación constante demuestra compromiso.

Julio César coordina estas actividades con apenas dos personas más en el equipo base. Aun así, la iniciativa se fortalece con voluntarios: madres, profesores, artistas y vecinos que donan tiempo y conocimiento para acompañar a los menores.

Integrar para resistir

El propósito de la fundación no es solo recrear, sino integrar. En un barrio donde las divisiones territoriales están marcadas por la presencia de pandillas, el simple hecho de reunir a niños de distintos sectores representa un acto de resistencia.

Julio César lo sabe. Por eso insiste en que todos son bienvenidos. Las actividades están pensadas para que los niños se conozcan, compartan y comprendan que no hay enemigos entre ellos.

En seis meses, identificaron al menos tres casos de adolescentes que llegaron armados a las actividades. La respuesta no fue el castigo, sino el diálogo.

Julio se sienta con ellos, conversa, los escucha, los invita a quedarse bajo una condición: dejar el arma y sumarse a la convivencia.

Respeto en medio del conflicto

La labor de Julio César generó un respeto inesperado, incluso entre los líderes de pandilla del barrio.

Aunque podría pensarse que se opondrían a sus esfuerzos, la realidad es otra. Algunos hicieron donaciones. Otros simplemente respetan el espacio de la fundación.

Si fuera lo contrario, yo no podría caminar tranquilo por aquí”, dice. Pero lo hace. Lo cuidan. Saben que su objetivo no es enfrentarlos, sino proteger a los más pequeños. Muchos de ellos tienen hijos participando en las actividades.

La fundación logró establecer un espacio neutral en medio del conflicto. Y eso, en sí mismo, ya es un logro.

Una de las claves del trabajo de la Fundación Calimio Cultura es involucrar a los niños en la organización de los eventos.

Algunos ayudan a montar el pesebre, otros participan en la logística, leen la novena o colaboran en la entrega de refrigerios.

Julio César cree en enseñar con el ejemplo. “Queremos que los niños aprendan desde ya el sentido de pertenencia y compromiso”, dice. Y lo están haciendo.

Ya hay quienes proponen nuevas ideas, como hacer pesebres vivientes o liderar actividades de forma autónoma.

Ese liderazgo temprano fortalece el tejido comunitario y abre posibilidades futuras para estos menores.

Voluntarios con corazón

La fundación recibe apoyo voluntario de personas del barrio, pero también está abierta a nuevos integrantes.

El único requisito es tener disposición y pasar por una entrevista. Se trabaja con niños, y eso implica responsabilidad.

Las necesidades son muchas: desde quienes quieran enseñar hasta quienes puedan aportar refrigerios. Aunque no hay pago, el retorno es emocional.

Julio lo sabe bien. Para él, cada sonrisa es una forma de motivación.

Cuando no hay presupuesto, recurren a los comerciantes del sector. Solo una vez al año. Como forma de pedir que retribuyan el apoyo que el barrio les da el resto del tiempo.

El referente inesperado

Cuando empezó con la fundación, Julio César tenía un sueño: que los niños del barrio vieran a un futbolista profesional del sector como ejemplo a seguir.

Pero aquel jugador nunca se vinculó. Lo que no imaginó fue que, con el tiempo, los niños empezarían a verlo a él como el referente.

Lo que soñé para otro se volvió realidad conmigo”, dice con una mezcla de asombro y gratitud.

Ahora, los niños corren hacia él, lo abrazan, lo imitan. Y eso lo compromete aún más con su labor. Su motivación no es la fama, sino el cambio. Julio César sabe que no puede fallarles.


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