Lucha contrarreloj para conseguir un terreno propio
Fundación Patitas Rosas necesita ayuda urgente para salvar su refugio en Cali
Lo llevó a la veterinaria, lo curó, y compartió su historia en redes sociales.
Así conoció a Sandra, quien quedó conmovida por la historia y decidió sumarse a la causa. Aquel rescate fue el primero de muchos.
La historia de Tommy marcó el inicio de una labor silenciosa y persistente que, 13 años después, sostiene la Fundación Patitas Rosas Cali.
Legalmente constituida desde hace dos años, la organización alberga hoy a más de 140 animales entre perros y gatos, todos rescatados en condiciones de abandono, maltrato o enfermedad.
Aunque el esfuerzo diario recae principalmente sobre Sandra y Óscar, la fundación logró movilizar una red de apoyo que incluye donantes, voluntarios, médicos veterinarios y hogares de paso.
A lo largo del tiempo, lograron dar en adopción a cientos de animales, y enfrentaron situaciones límite para proteger a los que aún esperan una familia definitiva.
El terreno que no fue y la urgencia del desalojo
En noviembre de 2023, la fundación se trasladó a una finca donde esperaban permanecer hasta por una década. La promesa de un contrato de arrendamiento con autorización para adecuaciones dio pie a campañas de recolección de fondos y mejoras en el terreno. Sin embargo, el contrato nunca se firmó.
A las pocas semanas, el arrendador cambió su versión, alegó conflictos con los propietarios del predio y exigió la salida inmediata.
Desde entonces, la fundación está en una carrera contrarreloj. No cuentan con una fecha oficial de desalojo, pero tampoco tienen garantías. “Nos dicen que desocupemos todo, que arranquemos hasta la última puntilla. No nos van a responder por nada”, afirma Óscar.
Con el espacio actual al límite y sin un lugar alternativo disponible, el riesgo es claro: más de 140 animales podrían quedar en la calle.
Una campaña por el metro cuadrado
Frente a la emergencia, la Fundación Patitas Rosas inició un nuevo proyecto: la compra de un terreno propio.
Después de una primera opción frustrada, hoy tienen la mirada puesta en un lote de 4.000 metros cuadrados en el kilómetro 30 de Borrero Ayerbe.
El valor es de 160 millones de pesos, pero lo más importante es que el dueño está dispuesto a ofrecer financiación.
Para asegurar la propiedad, necesitan reunir una cuota inicial de 80 millones de pesos.
El resto se pagaría en cuotas mensuales de tres millones durante 11 meses, más un pago final en el mes 12. “Es la oportunidad más real que hemos tenido de garantizar un hogar definitivo”, explica Sandra.
Para alcanzar esta meta, lanzaron la campaña “Dona 1 metro cuadrado”, que invita a las personas a aportar 150.000 pesos por metro cuadrado.
También está activa la iniciativa “Granito de mostaza”, donde cada quien dona el monto que pueda, sin mínimo exigido.
Perros criollos, adultos y negros: los menos adoptados
La fundación enfrenta otro reto: la dificultad para encontrar adoptantes. Aunque muchas personas se interesan por los cachorros, los adultos suelen quedarse. “Cuando llegan camadas, casi siempre se van los bebés, pero las mamás se quedan”, cuenta Sandra.
Algo similar ocurre con los animales de pelaje negro, tanto perros como gatos, que enfrentan prejuicios o desinterés por su apariencia.
“La mayoría de personas busca cachorros de menos de tres meses, que sean pequeños y de colores claros”, agrega Óscar.
Perros de raza criolla, grandes o con algún problema de salud tienen pocas oportunidades. De hecho, han recibido devoluciones de animales adoptados siendo cachorros y regresados al cumplir un año o más.
En la fundación hay perros como Camilo, que fue adoptado de bebé y devuelto a los seis meses. También está Carla, una perrita rechazada cuando su adoptante quedó embarazada.
“Es como si los vieran como objetos. Por eso hacemos entrevistas y visitas, pero aún así, hay personas que no cumplen con el compromiso”, afirman.
La vida entre tratamientos, cirugías y recuperación
Además del albergue, la fundación también cubre gastos médicos. Algunos de los animales llegan con condiciones graves, como Alana, una perra rescatada en Puerto Tejada con un tumor venéreo.
Vivía en una cañería y había sido rechazada por su comunidad. Tras varias quimioterapias, hoy se recupera en la sede de la fundación.
Otro caso es el de un pitbull con un tumor testicular que fue operado recientemente. Gracias a una veterinaria aliada que les ofrece crédito, han podido continuar con tratamientos complejos mientras reúnen los fondos para cubrirlos.
Quienes deseen apoyar pueden hacerlo con donaciones en especie —alimento, medicamentos, productos de aseo— o también apadrinando animales, colaborando en el transporte, o sumándose a las labores de construcción si logran adquirir el nuevo terreno.
Una estafa en redes y el llamado a donar con responsabilidad
En medio del proceso de recolección de fondos, la fundación fue víctima de una estafa. Un supuesto donante les envió un comprobante falso de una transferencia de 20 millones de pesos y, utilizando pantallazos del agradecimiento que recibió por mensaje, inició una transmisión en TikTok pidiendo donaciones a nombre de la fundación. El dinero nunca llegó.
“Personas que sí donaron nos empezaron a reclamar porque pensaban que habíamos recibido el dinero. Pero todo fue un montaje”, explica Sandra.
Por eso, hacen un llamado a verificar los canales oficiales antes de hacer donaciones.
Las únicas vías autorizadas son las cuentas de Bancolombia y Nequi que se publican en su cuenta oficial de Instagram: @patitasrosas_cali.
Un futuro que depende del presente
A pesar de las dificultades, Sandra y Óscar siguen rescatando animales cada semana. Lo hacen con el compromiso intacto, pero con la incertidumbre de no saber hasta cuándo podrán seguir.
El nuevo terreno es más que un espacio físico: es la posibilidad de continuar con una misión que no se detiene.
“Queremos construir un lugar donde la esperanza se transforme en ladrillos, en techo, en vida. Un sitio que no vuelva a depender de un contrato”, dice Óscar.
Mientras tanto, los 140 animales bajo su cuidado esperan, no solo un nuevo terreno, sino una oportunidad para formar parte de un hogar.