A la orden

Rodrigo Fernández Chois

Existen deseos que se cumplen con una inmediatez pasmosa, digna del cuento de Aladino y la lámpara maravillosa.

Así ocurrió con un cuestionado candidato que, en su afán de congraciarse con su jefe político, maldice su visa americana y, de inmediato, el Departamento de Estado de los Estados Unidos le concede ipso facto su capricho, acompañado de un burlesco “a la orden”.

Este episodio macondiano me hizo recordar otro, de hace casi dos mil años, en la corte del emperador Calígula.

Si bien Suetonio no lo narra en su célebre obra La vida de los Doce Césares, la escena fue exquisitamente dramatizada en la escandalosa película Calígula de 1979, producida por Bob Guccione —entonces dueño de la revista para adultos Penthouse—, con un emperador interpretado magistralmente por Malcolm McDowell, el mismo actor de La naranja mecánica.

He aquí la anécdota: Calígula, tras varias noches de excesos —vino, hongos, opio y placeres sin distingo de género o especie— yacía en su lecho soportando la resaca.

A su lado estaba Incitato, su célebre caballo al que había nombrado cónsul, y alrededor, todo un séquito de aduladores serviles.

El emperador permanecía con los ojos cerrados cuando, de pronto, uno de sus seguidores exclamó:

—Si Júpiter recibiera mi vida a cambio de la salud de nuestro emperador, con gusto la daría.

Calígula abrió los ojos, se incorporó y ordenó a su guardia pretoriana:

—Júpiter ha escuchado… ¡ejecutadlo!

Mi conclusión: En tiempos de Calígula, el adulador perdía la cabeza; en tiempos modernos, pierde la visa. La sentencia sigue siendo el ridículo, solo que ahora llega con sello diplomático y un irónico “a la orden”.

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miércoles 1 de octubre, 2025

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