Açaí y Naidí son solo uno

Pedro Luis Barco Díaz, Caronte

El Açaí [asaí] es un exquisito superalimento originario de la selva amazónica y del Chocó Biogeográfico, con gran poder antioxidante y atiborrado de nutrientes beneficiosos para la salud, que cada día se hace más popular en las más repulidas mesas de Estados Unidos y de Europa.

Es un fruto “Repleto de vitaminas, proteínas, fibra, aminoácidos, grasas monoinsaturadas (las saludables) vitaminas A, B, C y hasta 30 veces más antioxidantes que la uva. Se dice que estimula la energía, fortalece el sistema inmunológico, ayuda al crecimiento muscular y combate los efectos del envejecimiento”.

Su baya, o mejor, su drupa —carnosa y con hueso— es de un color parecido al del arándano, aunque más azulada o morada oscura.

Su palmera es delgada, estilizada, por lo que bajar su fruto entraña cierto peligro. En algunos lugares se suben hasta 15 metros a cosecharlos con el machete en la boca y se bajan con el racimo apretado entre los dientes.

Solo se pueden subir personas muy delgadas. No se debe dejar caer el racimo a tierra ya que sus frutos son frágiles. Además debe procesarse (congelarse) rápido, pues se echa a perder pronto.

Pero lo mejor de lo mejor es su extraordinario sabor que no se parece al de ninguna fruta conocida. Es exótico, inigualable, maravilloso. El açaí sabe a açaí.

“Puede subir a cualquier mesa en el mundo”. De todas maneras, los “lengüisabrosos” insisten en que sabe a chocolate negro, sin azúcar, revuelto con mora.

Su sabor ¡ay su sabor! déjenme parafrasear, o mejor plagiar al gran escritor cachaco don José María Vergara y Vergara: ¡musa de Grecia, la de las ingeniosas ficciones, hazme el favor de decirme cómo diablos se pudiera hacer llegar hasta las papilas gustativas de mis actuales conciudadanos el sabor celestial del açaí!

Porque el sabor del açaí es celestial. Perfecto. Un manjar digno de los dioses más exigentes.

Tal vez por eso y porque se da solo en zonas selváticas, su fruto no es barato. Usted puede adquirir hoy en el mercado europeo una libra de açaí congelado por 50 euros, unos 225.000 pesos.

¡Casi un cuarto de millón de pesos! Una vez, hace tres años, lo vi en polvo (por supuesto, no lo compré) en un estante de un conocido supermercado de cadena para gente de billete, a 42.000 pesos los cien gramos.

Antes de la llegada de los españoles a Suramérica ya se gozaba de este manjar por parte de los indígenas.

Una leyenda indígena brasileña dice que el cacique Itaki de la tribu Tupi, donde hoy se encuentra Belem de Pará —a orillas del Amazonas— ante una despiadada hambruna, ordenó que se sacrificaran a los recién nacidos para controlar el crecimiento de la población.

No perdonó ni siquiera a su nieta ya que su hija Iaçã estaba a punto de dar a luz.

Iaçã, adolorida, le pidió a su dios Tupã que le mostrara a su padre otra forma de salvar del hambre a su tribu. Una noche escuchó los gritos de una bebé y vio a su hija sentada al pie de una palmera.

Corrió hacia ella pero la bebé desapareció. Iaçã se puso a llorar al lado de la palmera y su cuerpo fue hallado, inerte, con el rostro sereno, abrazando el tronco de la palmera y mirando hacia estas que estaban plenas de frutas negras como uvas. Los hombres de la tribu treparon a las palmeras y recogieron los frutos.

El jefe Itaki concluyó que era una bendición de su dios Tupã, llamó su fruto açaí —el nombre de su hija al revés— derogó la orden de sacrificar a los niños y no volvieron a pasar hambre.

En Colombia al açaí se le llama “naidí” en la costa pacífica, “sacristán” en el Putumayo y “murrapo” en el Urabá antioqueño. Se da de manera silvestre en terrenos húmedos dispersado por las aves de la selva como pavas y paletones, o por murciélagos.

Es un producto ancestral que le dio sustento al negro palenquero, por lo que lo llaman “el sabor de la resistencia”.

También los naidizales se producen de manera comercial en tres plantas de producción en Buenaventura, Tumaco y Puerto Asís.

En el país no existen cultivos extensos, solo pequeñas parcelas agroforestales. Y así debe ser porque el ecosistema de la selva es frágil y su monocultivo es catastrófico.

Brasil es el gran exportador mundial, pero su selva está pagando un alto costo ya que cada vez hay más plantaciones grandes.

En Buenaventura están los más voraces consumidores de naidí de Colombia. Es un asunto cultural, una hermosa vivencia que recuerda a la infancia, a la felicidad de lo sencillo.

Lo preparan en “pepiado” o en jugo. Este es un plato para degustarlo en la tarde-noche con la conversa familiar o de vecinos.

A todo el mundo se le sirve igual cantidad ya sea en platos hondos, cocas, tappers o en lo que haya. Comer naidí es sentarse a charlar y a reírse de los demás, porque, como dice la matrona Ofelia Grueso: “las encías nos quedan como jeta de mamba negra y la lengua negrimorada, como la del loro”.

En Buenaventura también se consumen los frutos de dos palmeras similares al naidí, con inigualable sabor pero más desconocidos, los cuales podrían también tener asiento preferencial en nuestra soberanía alimentaria y en las mesas del primer mundo: “don pedrito”, con la pepa de igual color al naidí, pero más pequeña y de forma alargada; y el “milpesos”, cuyo fruto es más aceitoso, de forma similar al anterior, pero más grande.

Fue en el festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez que se realiza en Cali cada año por el mes de agosto, donde se presentó en sociedad al naidí con éxito inusitado.

En el festival no solo se escuchan los cantos ancestrales sino que hay una muestra gastronómica. En el festival no solo se escuchan los cantos ancestrales sino que también es una apuesta gastronómica, artesanal y cultural de enorme poder.

El gobierno nacional debe incentivar la producción familiar y comunitaria de este recurso tradicional, esencial para la seguridad alimentaria de los habitantes de las zonas selváticas de Colombia y promisorio renglón de exportación, cuidando de que se observen las normas ambientales que impidan la degradación de la selva.

Como ñapa, les cuento que todo el mundo en la costa pacífica sabe que en las cosechas de naidí aumentan los embarazos. El trovador del Pacífico Ramiro Cabrera Cuanú, en sus “Trovas del Naidí” lo afirma así: “esta es la pepita negra que representa un hechizo y cuando no empaca tres le salen aunque mellizos”.

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lunes 19 de mayo, 2025

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