Cali padece intolerancia aguda
Vivimos en Cali situaciones realmente extremas que han desbordado todo límite: En la Universidad del Valle un carro arrasa a tres o cuatro estudiantes, dejándolos heridos sin detenerse a mirar si los hirió de gravedad.
Un hombre joven, con su cuerpo tatuado, con su pelo trenzado, enfrenta a un guarda de tránsito, mientras mantiene sus manos atrás, lo agrede verbalmente y asedia repetidamente a pesar de que el guardia no responde y evita el enfrentamiento directo. Varios motociclistas un día sí y otro también arrastran, golpean, hieren e insultan al jefe de movilidad de la alcaldía…
¿Cómo podemos interpretar estas acciones-actitudes? ¿Qué sentimientos se mueven detrás de ellas? Me parece preocupante lo que nos pasa como ciudad, como ciudadanos, como personas… Nos estamos mostrando incapaces de convivir, no sólo en paz, sino decentemente.
Hemos perdido completamente en el camino las connotaciones de civismo que algún tiempo tuvimos.
Ahora nos movemos en la ley del que pegue más fuerte o el que más alto grite. Los caleños estamos en la olla, esa es la realidad.
El reciente festival de música clásica desarrollado en la ciudad contó con una escuálida asistencia… Parece ser que en Cali sólo importa la salsa, la rumba, el divertirse y cómo no, el consumir “Blanco del Valle”.
Mientras tanto otras urbes del mundo y de Colombia se posicionan como ciudades en las que reina el pensamiento, el empuje común, el progresar construyendo redes de convivencia más amable.
Uno de los males que padecemos, además de la indisciplina consuetudinaria, es una altísima dosis de intolerancia. Incapacidad de dialogar, de escuchar, de acoger al otro, al diverso, al que piensa distinto.
Es urgente desarrollar estrategias educativas que propongan una cultura alternativa: una cultura del diálogo y la acogida, única base posible para desarrollar una ciudadanía del progreso y avance en metas comunes que logren bienes para todos.
Mirarnos cara a cara y no de espaldas como hemos llegado en las últimas décadas a vivir. Ciudad que mire hacia su centro, barrios que se miren unos a otros. Ciudadanos que se den la mano y no los puños.
Yo creo que años de desgobierno en la ciudad ha generado desgreño educativo y la comodidad de sólo pensar en el “Mí, Yo, Mío…” ha conseguido este desbarajuste en el que hoy nos debatimos.
Y esto para no hablar ahora, de los feminicidios y violaciones y muertes a los niños y niñas. Nos estamos cavando nuestra tumba.