Carta abierta a Rivera
Don José Eustasio Rivera: Señoría, perdone mi lapsus por no saludarlo como se merece el gran escritor de “La Vorágine”, quizá el primero que emuló el coraje de Fray Bartolomé de Las Casas y su “Breve Relación de La Destrucción de Las Indias”.
Mea culpa que ya casi al finalizar el Año de La Vorágine, declarado para honrar su centenario, te escriba apenas estas líneas sobre tu magna novela.
Debí incluirla en mis informes sobre la COP 16 siendo que es ícono legítimo en defensa de la biodiversidad amazónica y que desde hace un siglo inició las denuncias sobre la expoliación de los indígenas y el pulmón del continente.
Tampoco puedo callar que mis ex-colegas no te hubieran hecho el despliegue merecido, con bombos y platillos, en varias semanas culturales en instituciones educativas.
Bueno no todo está perdido, aún quedan los últimos veinte días del año lectivo para resarcir el olvido.
Con tu novela, olvidada por mucho tiempo, los docentes de español sí pueden leer intertextualmente con “Cien años de Soledad” de Gabriel García Márquez, formando el péndulo perfecto para demostrar los dos hechos de violencia genocida más espeluznantes en las primeras décadas del siglo pasado, cometidos por compañías extranjeras, la Casa Arana en el Amazonas y la United Fruit Company en Urabá, sólo por satisfacer la sed del caucho y del banano, que les permitía enriquecerse ilícitamente en nuestra patria.
Mea culpa por dejarte olvidado entre anaqueles de mi biblioteca, si un día le aprendí a tu homólogo Gabo que sólo moriría el día que lo olvidáramos los amigos.