Casa de todos, hogar de nadie
Los historiadores no se ponen de acuerdo sobre el origen del nombre de Santiago de Cali en lo referido a “Cali”. Hay muchas ideas, pero la que más me ha gustado siempre es la que dice que fueron indígenas aztecas al servicio de los conquistadores que hablaban Náhuatl y la llamaron “calli” que significa “casa”.
Tal vez por eso es que hoy Cali es la casa de muchos inmigrantes. Alrededor del 30% de sus habitantes no nacieron en la ciudad. En un principio fueron los españoles, aztecas y africanos, luego inmigrantes de otras regiones y países.
Cali, a pesar de ser una de las ciudades más antiguas de Latinoamérica, de sus 487 años, 374 años no fue más que un puerto seco, una ciudad de paso entre Santa Fe y Popayán, la salida al mar y Quito. Pero con la creación del departamento del Valle en 1910, Cali empezó a tener un crecimiento vertiginoso que la convirtió en la tercera economía del país y el epicentro urbano, económico y cultural del suroccidente.
Hoy Cali es la casa de todos los vallunos, no porque acá se concentre el 50% de la población al ser la capital, sino porque esta ciudad siempre ha tenido que ver con todos los habitantes del departamento, y me atrevería a decir que a todos nos ha tocado venir o vivir acá en algún momento por diferentes circunstancias. Esta influencia se extendió a todo el suroccidente y Cali recibió inmigrantes de esta región y de otros departamentos, sobre todo en las últimas cinco décadas por temas de violencia y falta de oportunidades, y en menor escala ha habido oleadas de inmigrantes de otros puntos del mundo y sobre todo de Venezuela en las últimas dos décadas.
Si lo vemos en perspectiva, pareciera que Cali vive un constante choque cultural, y esto explica la gran diversidad que tenemos como región, que siempre he dicho, es nuestra mayor riqueza. El poder de nuestra gente es lo que nos hace ser pujantes, alegres y emprendedores, y este poder se entremezcla con nuestra diversidad ambiental, climática y geográfica, hablando ya circunscritos al Valle del Cauca, como un departamento que lo tiene todo.
Yo por ejemplo soy tulueño, pero he tenido la fortuna de vivir de manera intermitente en Cali durante 13 años, y quiero la sucursal del cielo como un caleño más, la siento como mi hogar y siempre trato de aportar desde la posición en que esté con mi trabajo, buscando sumar y sobre todo no restar. Por eso trato de cuidarla y no hacerle daño, porque una ciudad es un ente muy frágil, y la dañamos cuando no respetamos los derechos de los demás, cuando incumplimos las normas de tránsito y de convivencia, cuando botamos basura o escombros en sitios no permitidos, cuando no somos tolerantes con lo demás y acrecentamos los conflictos, cuando elegimos a nuestros mandatarios por una migaja o un puesto, cuando no pagamos impuestos, cuando queremos usar el atajo para todo y en general cuando priorizamos nuestro interés particular.
Digo esto porque es evidente el deterioro que uno ve en la ciudad en materia de seguridad pública y seguridad vial, deterioro en algunos puntos icónicos de la ciudad, valiosos por su historia y otros olvidados, que bien al contrario podrían ser ejemplos de renovación urbana, pero, sobre todo, veo un deterioro en lo social, político, cultural, cívico y ético.
Tratando de explicar algunos de estos deterioros, se podría ir por el lado de la falta de autoridad, gobernabilidad o la falta de valores, pero mi supuesto tiene que ver más con la falta de sentido de pertenencia. Si uno no quiere una ciudad, no le importa si le va bien o mal, solo le importa sus ingresos; no le importa quién es su acalde, solo el beneficio que me pueda dar; no le importa afectar la seguridad vial, solo llegar a tiempo a su destino; no le importa que la ciudad esté fea y descuidada, solo tener que hacer el mínimo esfuerzo; no le importa aportar a la ciudad, solo sobrevivir.
Insisto que la diversidad de nuestra gente es nuestra mayor riqueza y esta se refleja de forma positiva en nuestra diversidad cultural, gastronómica y económica. Pero también debo decir que ese crecimiento desbordado de la diversidad nos está pasando factura en un aspecto fundamental que es poder tener una identidad propia y que eso se traduzca en un mayor sentido de pertenencia por la ciudad.
Creo que uno debe apropiarse y querer todo lo que hace, más aún la ciudad donde vive; más que sentirla como una casa hay que sentirla como un hogar. No se puede generalizar, pero lastimosamente a luz de lo que se suele ver, dadas sus acciones y omisiones, muchos no quieren la ciudad, no la siente como propia y no la ve como su hogar, la siguen viendo como hace más de 100 años: una ciudad de paso, la casa de todos y el hogar de nadie, y eso para mí explica la crisis histórica que estamos viviendo, que está permeando todos los ámbitos de la sociedad.
Cambiar esto depende de todos los que vivimos en la ciudad, no podemos esperar que venga un salvador o alguien que nos guie en el camino de la oscuridad a la luz. Aunque sí debemos inspirar a tener alguien que nos saque de este letargo con acciones contundentes y que nos una como ciudad. Al final, todo depende de lo que haga cada uno desde la posición en la que esté.
Y esta es la parte difícil, porque hablar es más fácil que hacer, quejarse es más fácil que votar, criticar es más fácil que proponer y restar es más fácil que sumar. Todos sumamos a la gran diversidad histórica de Cali, pero también debemos sumar a su mejoramiento, debemos encontrar nuestra identidad, empoderarnos y apropiarnos de la ciudad para que exista un sentido de pertenencia genuino que nos motive a trabajar unidos por lo verdaderamente importante, porque si a Cali le va bien, a todos los vallunos nos va ir muy bien.
Por esto trataré de aprovechar este espacio para más que criticar y opinar, proponer soluciones sobre los problemas fundamentales que tiene la ciudad y el Valle.
Quedo atentos a las opiniones @edherma.