Crece la grieta

Gustavo Alvarez Gardeazábal

A Belisario Betancur, el antioqueño de Amagá, el colombiano común lo condenó en silencio como culpable por su actuación en Armero y el Palacio de Justicia.

Nunca lo llevaron al banquillo de los acusados pero tuvo la dignidad de aceptar la justicia popular y se retiró a rumiar en lejanía los errores cometidos.

No tuvo partidarios frenéticos que lo defendieran ni sus enemigos usaron método alguno para confrontarlo en su mudez.

Hoy día pocos recuerdan de él algo más que su garrafal manejo de las dos situaciones límites. Fue la historia la que terminó juzgándolo.

A Álvaro Uribe Vélez, tan antioqueño como Belisario, el colombiano común le achaca la responsabilidad final en el absurdo ejercicio de los falsos positivos.

Nadie pretendió llevarlo a juicio y él delegó responsabilidades en sus generales y oficiales, que poco a poco han sido juzgados. No se retiró a rumiar sus terquedades en El Ubérrimo.

Cometió la equivocación de alentar una trinchera partidista con personajes más cercanos a la mediocridad que a la inteligencia y sin las capacidades que él tuvo para dar la batalla contra las Farc.

Dejó de gobernar pero siguió en la trinchera sin aceptar nunca que sus enemigos no le habían perdonado el desmantelamiento de sus batallones de miedo.

Reagrupados años después e instalados en el poder legítimo se agazaparon esperando, como buenos colombianos, el momento de la venganza.

Uribe les dió papaya y le voltearon la torta hasta conseguir que la justicia, erguida y sin venda en los ojos, le condenara por nimiedades instrumentales que solo efectúan los abogados de baranda.

La magnitud y metodología de la sentencia ha dividido de nuevo al país. Más aún, ha crecido la grieta de espanto entre quienes aplauden lo obtenido y quienes agreden con furia el fallo.

El acusador,el senador Cepeda, exhibirá su trofeo con fines electoreros. Los colombianos, tan pendejos siempre, alentaremos la grieta y esperaremos la revancha.

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miércoles 30 de julio, 2025

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