De la opinión a la acción por el valle

Edwin Maldonado

Durante cinco años he escrito en estas páginas. Lo hice como director del Comité Intergremial y Empresarial del Valle, como secretario de Desarrollo Económico de Cali y, recientemente, como analista independiente.

Cada columna fue un ejercicio de responsabilidad: entender lo que pasaba, explicarlo con rigor y aportar una voz regional en medio de la turbulencia nacional.

Hoy cierro esta etapa con gratitud y con una certeza profunda: el Valle del Cauca necesita que pasemos de la opinión a la acción.

Como tulueño y como alguien que conoce los 42 municipios del Valle, reconozco en su diversidad nuestra mayor riqueza.

Y aunque a veces —como lo he escrito en ocasiones— pueda más la división y la polarización, lo cierto es que tenemos mucho de qué sentirnos orgullosos.

Nuestra identidad está hecha de diversidad, cultura, innovación y una capacidad infinita para levantarse incluso cuando el país parece darle la espalda.

Sin embargo, durante años hemos sido una región subestimada y muchas veces maltratada por el centralismo.

Proyectos detenidos, recursos insuficientes, obras aplazadas, sectores golpeados y decisiones que no honran lo que aportamos al país.

Aun así, el Valle nunca dejó de esforzarse, de producir, de emprender, de abrir puertas y de encontrar caminos donde otros solo ven obstáculos.

Pero este no es un momento para quedarnos en la queja. Este es un momento para construir. Siempre he creído que el Valle debe pasar de la queja a la propuesta, de la indignación a la construcción y de la idea a la acción.

Por eso esta columna se titula así: porque llega un punto en el que uno tiene que poner el cuerpo, salir del análisis y ponerse al servicio de la región que ama.

Cuando hablo del Valle que merecemos —el que he descrito durante años con argumentos, datos y convicción— no hablo de un sueño abstracto.

Hablo de un Valle con oportunidades reales, donde emprender sea posible y trabajar sea digno. Hablo de un Valle donde la inclusión no sea un discurso, sino acceso efectivo a educación, salud, transporte, conectividad y cuidado.

Hablo de un Valle donde no vivamos con miedo, donde la ley se respete y la vida se proteja. Hablo de un Valle unido en una agenda clara y ambiciosa, capaz de defender sus proyectos estratégicos y de recuperar su liderazgo nacional.

Y sé que eso es posible. En mi experiencia he visto que cuando el Valle se une, nada lo detiene. Cuando empresas, gobiernos, universidades, gremios, emprendedores y ciudadanos se encuentran, las soluciones aparecen.

Lo vi en crisis y en recuperaciones, en ferias de empleo, en mesas técnicas, en proyectos de ciudad y en esfuerzos regionales. Este territorio funciona cuando se piensa en colectivo.

Por eso hoy doy un paso al costado en estas páginas. Por ética y respeto al oficio periodístico, debo hacer una pausa en esta tribuna para asumir un nuevo reto: recorrer el Valle, escuchar a su gente y trabajar —desde otra trinchera— por las soluciones que aquí he venido planteando.

No me voy. Solo cambio de lugar. Paso de la opinión a la acción.

Agradezco al Diario de Occidente por estos años de confianza y libertad intelectual. Agradezco a los lectores —a quienes estuvieron de acuerdo y a quienes no— porque el debate serio siempre construye.

Cada columna que escribí tuvo un mismo propósito: que el Valle se vea a sí mismo con más orgullo, más ambición y más esperanza.

Seguiré adelante con la convicción de siempre: que el Valle no debe resignarse a lo que le quieran dar, sino construir lo que realmente merece. Un Valle con más oportunidades, más inclusión y más seguridad.

Pero ese Valle que merecemos no se construye con promesas o discursos: se construye transformando las ideas en acciones.

Ojalá nos encontremos en el territorio, para que unidos construyamos el Valle que merecemos.

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miércoles 3 de diciembre, 2025

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