De tumbo en tumbo
Los seres humanos no somos perfectos. Todos tenemos equivocaciones y aciertos. Pero a un presidente de la nación le queda cuellón esconder los errores y demasiado soberbio exagerar sus logros.
Es entonces la capacidad de usar el razonamiento para discernir cuándo la equivocación ha sido fruto de un error involuntario y en qué momento la consecuencia de una pésima actuación.
Por supuesto es lo que más de un colombiano aspira que tenga su presidente: sindéresis. Pero como lo hemos visto cambiar 60 ministros en tres años y como cada que produce un reemplazo baja la talla del nombrado frente a su antecesor, el colombiano del común se pregunta si es que el presidente Petro es muy de malas y no le sale ninguna o está tan imposibilitado de aceptar sus equivocaciones, y por ende de corregirlas, que pareciera como si estuviera condenado a repetirlas.
Es lo que ha pasado esta semana cuando los garrafales desaciertos de los últimos meses han repercutido en las acciones desafortunadas de estos días.
El nombramiento del pastor Saade fue un error monumental y el país entero se lo cantó. El trasteo de Laura Sarabia de la jefatura de gabinete a la cancillería y el pretender después ningunearla cuando a más de testigo ático es una astutísima conocedora de los temperamentos ajenos ,fue un traspié mayúsculo.
La protección indebida prestada a Carlos Ramón para evitarle que lo juzgaran como el director de la comparsa de robagallinas que aletean en la Casa de Nariño ,es un acto de lealtad admirable con el amigo pero un cagadón de elefante para un gobierno tropezador.
Y como todos estos errores que hoy destacamos aquí han sido unos tras de otro, hasta llegar a dar la sensación nacional de que el gobierno va de tumbo en tumbo, la solución no se puede buscar reviviendo a las Ibañez en las greñudas niñas Guerrero o convirtiendo en un Felipe de Orleans de los pasillos de la casona presidencial al nuevo ministro de Igualdad.