Dime en qué crees y te diré qué pienso de ti

Jaime Alberto Leal Afanador - Rector UNAD

Cada persona es un universo diferente. De nuestros familiares y conocidos aprendemos experiencias maravillosas y visiones de mundo distintas.

Deseamos que ellos aprendan de nosotros aunque, también, hay que reconocerlo, todos tenemos algún aspecto “oscuro” de nuestra personalidad (algunos más grises y otros más negros), que quisiéramos desaparecer o evitar que sea conocido.

Nuestra realidad es lo que nuestras circunstancias, experiencias y expectativas de vida han perfilado, y nuestras actuaciones, trabajos, opiniones y anhelos se orientan alrededor de lo que creemos, lo que tenemos, podemos y deseamos.

Es posible que la razón nos indique que nuestro proyecto de vida pudiera ser diferente, o mejor, pero nuestro contexto y sentimientos (temor, alegría, ira, miedo…) nos impulsan a vivir como creemos que podemos y queremos hacerlo.

En el fondo, lo que define nuestro proyecto de vida, entendido éste como esa apuesta por cuál es el camino que queremos recorrer para “estar más allá, y mejor” el día de mañana, no está necesariamente definido por lo que diga la sociedad o nuestros conocidos, o nuestro trabajo o posibilidades, sino aquello en lo que confiamos, deseamos, queremos y añoramos como meta.

Para comprender mejor a los demás y entender el porqué de sus ideas y actuaciones, es importante saber en qué cree cada uno, a quién admira, qué lee, qué cuentas sigue en redes sociales, por qué políticos vota o no, cuáles son sus actores favoritos, a qué deportista reconoce, cuáles es su gran sueño, qué lo lleva a trabajar en lo que hace, por qué escogió determinada forma de vida de pareja y de familia, cuál es su concepto de religión, de amistad, de democracia, de sexo, de tiempo libre, de salud mental y física, y cuáles considera como los más grandes valores de la vida, entre otros muchos aspectos esenciales en la vida.

Identificar afinidades de pensamiento, gustos y sueños, ayuda a comprender las actuaciones y opiniones de los otros. Es una extensión de la tradicional enseñanza popular de “dime con quién andas y te diré quién eres”.

Si aprendemos a relocalizarnos y ver el mundo desde la óptica de los otros, aprenderemos diferentes y seguramente muy valiosas visiones de la vida y, sobre todo, comprenderemos mejor por qué las personas que actúan y opinan de forma muy distinta a nosotros.

Un mismo número puede ser leído de forma distinta por dos personas consideradas iguales, pero en posiciones enfrentadas.

Para uno puede ser el 6, pero quien está en el extremo contrario es el 9. Este es un ejemplo muy sencillo para ilustrar que, más allá de lo que decimos o hacemos, las percepciones son esenciales en la vida y estas están determinadas por lo que creemos y por lo que apostamos.

Un joven drogadicto puede ser visto como un drama para su familia o, por el contrario, como un desafío del destino para consolidar la unión de padres e hijos. Bien lo ha dicho el psicólogo Wayne Dyer:Cuando cambias la forma de mirar las cosas, las cosas que miras cambian“.

Cuando estamos convencidos de algo, hallamos el camino y los argumentos para justificarlo, tanto para bien como para mal.

Si la apuesta de vida es tener más dinero, el esfuerzo y el trabajo elevan ese esfuerzo, pero también puede propiciar trampa y engaño para acumular riqueza.

Si la apuesta es por una vida espiritual, el entorno y las relaciones pacíficas se construirán, aunque a veces se corra el riesgo del fanatismo y la exclusión.

Ahora bien, si la apuesta de vida es el reconocimiento y el prestigio, el estudio, el arduo trabajo, las relaciones y el servicio social enriquecen ese propósito, pero también puede caerse en el riesgo de subestimar a los demás, maquillar la verdad y subvalorar los pequeños esfuerzos que no den visibilidad.

Así, todo lo que para las personas sea lo más importante en su vida (como ser el mejor en…, el más sabio sobre, el más espiritual, el más influyente político, el más rico, o el más humilde servidor, entre otras muchas apuestas existenciales), tiene sus pros y sus contras.

Por eso es esencial “ponerse en los zapatos del otro” para comprender y, también, para permitir que los demás entiendan nuestra posición.

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martes 2 de diciembre, 2025

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