¿Dónde está “el cambio”?

Juan Martín Bravo

En 2022, Gustavo Petro llegó a la Casa de Nariño con un sueño añorado por los colombianos: un cambio en la clase política. Con la promesa de erradicar la corrupción, gobernar con los mejores y anteponer la meritocracia a la politiquería, convenció a millones de ciudadanos de que su gobierno sería distinto. Que el clientelismo, las chuzadas, el nepotismo y los escándalos de financiación de campañas serían cosa del pasado. Y hoy, dos años después, la gran pregunta es: ¿Dónde está “el cambio”?

Porque si por “cambio” se refería a llenar el Estado de aliados políticos sin experiencia, pues lo logró. Si el “cambio” era convertir la diplomacia colombiana en una agencia de empleos para amigos, con embajadas entregadas como premios de consolación, también lo cumplió. Si el “cambio” era tener un hijo admitiendo que la campaña recibió dineros sucios, un hermano ofreciendo amnistías a extraditables a cambio de dólares y una mano derecha ordenando interceptaciones ilegales, entonces sí, Petro trajo un cambio… pero para peor.

Hablemos de hechos, no de discursos vacíos.

Desde el primer día, este gobierno ha estado marcado por el descaro y la improvisación. Nicolás Petro, el hijo que se benefició con dinero opaco, sigue en su puesto como diputado mientras su padre finge indignación selectiva. Juan Fernando Petro, el hermano que vendía beneficios en la “paz total”, aparece en reuniones con alcaldes como si fuera un alto funcionario. Y en Palacio, Laura Sarabia utilizó a la Policía para hacerle un polígrafo a su niñera, mientras Armando Benedetti le enviaba audios amenazando con revelar los secretos de la campaña.

El “cambio” también se vio en el saqueo de entidades como la UNGRD, donde el dinero para carrotanques en La Guajira terminó en un esquema de corrupción. O en el Ministerio de Minas, donde Irene Vélez utilizó su cargo para favorecer a su esposo con contratos públicos y usó su influencia para que su hijo viajara sin los permisos de ley. O en el ICBF, donde la amiga de la primera dama fue nombrada directora sin cumplir con los requisitos básicos.

Porque esa es la verdadera esencia de este gobierno: la improvisación, la torpeza y el oportunismo.

Ahora, ante la realidad de que el Congreso le ha hundido sus reformas, Petro ha encontrado un nuevo truco: una consulta popular.

Un cálculo político descarado que le costará a los colombianos más de 300 mil millones de pesos, en un país que enfrenta déficit fiscal, con recaudos tributarios en caída y una crisis económica que golpea a los más vulnerables. Porque lo que Petro realmente busca no es que la gente decida nada, sino medir su fuerza electoral de cara al 2026. Es una jugada tramposa para tomarle el pulso a su popularidad, a costa del bolsillo de todos.

Y lo peor es que, como buen populista, Petro no aceptará su fracaso.

Siempre habrá una nueva excusa, un nuevo enemigo, una nueva cortina de humo. Y mientras tanto, los colombianos seguimos esperando el verdadero cambio. Pero ese, con Petro, jamás llegará.

Comments

miércoles 19 de marzo, 2025

Otras Noticias