Dos barreras a la recuperación del empleo en Colombia
En noviembre cuando se conocieron las cifras del PIB del tercer trimestre de 2020 entramos oficialmente en lo que se conoce como recesión económica, que es cuando se presentan tasas negativas por dos trimestres consecutivos, tiempo durante el cual tuvimos una tasa de desempleo mensual promedio de 19%, ratificando que esta es una de las peores crisis que hemos vivido.
Aunque la tasa de -9% del tercer trimestre es menor frente al segundo cuando presentamos un caída histórica de -15.8%, lo cual evidencia una tendencia de recuperación, lo cierto es que queda la duda de cuándo volveremos a ver cifras positivas anuales en el PIB y si esta senda de recuperación será sostenible, o si entraremos en lo que se conoce como depresión económica, que significa que la recesión es muy larga.
Pero independiente de los conceptos económicos y de las cifras, lo importante es que el estado de la economía se traducen en menores ingresos para los hogares, y por lo tanto menor calidad de vida para las personas, sobre todo los más vulnerables, por lo que la preocupación de todos, es la reactivación total de nuestra capacidad productiva. Dada la reapertura de gran parte de los sectores económicos, se han recuperado un buena parte de los empleos, pero no se han disminuido las brechas que se ampliaron en materia juvenil y de género, preocupa el incremento del empleo informal y sobre todo, que la tasa de generación de empleo no va al ritmo de la recuperación económica.
Podría darse el caso que en el mediano plazo volvamos a cifras de producción similares a antes de la crisis pero que el empleo no se recupere en la misma medida. Esto ha venido pasando, por ejemplo en el Valle del Cauca, que en los últimos 5 años han tenido crecimientos del PIB por encima del promedio nacional, pero aún así las tasas de desempleo están por encima del promedio del país.
Algunas se preguntaran por qué se daría esto y la respuesta puede estar en lo que venía pasando antes de la pandemia. Hay que entender que antes de la crisis veníamos transitando de nuevo en el terreno de los dos dígitos en la tasa de desempleo, después que habíamos logrado superarlo desde septiembre del 2013. Naturalmente esta crisis ha afectado la situación del empleo pero no debemos olvidar que en los últimos dos años veníamos presentando problemas con la generación de empleo.
Los datos venían mostrando una destrucción de empleos y muchos expertos trataban de explicar la problemática pero no se llegaba a un consenso. Esto se debe tal vez a que erradamente siempre se ve el tema del desempleo como un tema coyuntural, y en esta crisis estamos haciendo lo mismo, sin analizar las fallas estructurales que viene arrastrando el mercado laboral y que están atadas a problemas culturales, sociales y productivos complejos, lo cual es clave para identificar soluciones de política pública adecuadas.
Alrededor de estos aspectos estructurales se viene discutiendo frecuentemente sobre los costos laborales, la informalidad, las brechas de género, la inflexibilidad de la normatividad y justamente este gobierno creó antes de la pandemia la Misión de Empleo para revisar de forma integral estos temas. Precisamente una de las discusiones recurrentes cada año es la negociación del salario mínimo, a luz de esta coyuntura, debería considerarse la situación de las empresas y dado que se espera una productividad negativa y una inflación baja, lo prudente sería un aumento que mantenga el poder adquisitivo de las personas que tienen empleo, pero no perjudique a los desempleados que necesitan un empleo formal.
Este tema da para un gran debate, pero quiero apartarme de las discusiones comunes, puesto que uno de los errores es limitar el tema laboral a los costos. Si bien el salario mínimo en Colombia es muy alto – comparado con el salario promedio que perciben los trabajadores- , y los costos no salariales hacen acrecentar los costos de tener un trabajador formal. Quiero referirme a dos temas que afectan a todos los sectores económicos y todas las regiones en el mercado laboral, y que en esta coyuntura se han hecho evidentes.
El primero tiene que ver con la inflexibilidad en el despedido de personal, Colombia es uno de los países donde es más difícil y costoso retirar a alguien, y esto afectó a muchas empresas en esta crisis y hace que muchas empresas bajo la incertidumbre en que estamos, estén reacias a reincorporar totalmente su fuerza laboral, puesto que todavía está latente el riesgo de que tengan que volver a cerrar.
El otro aspecto son las brechas de capital humano, dado que mientras las cifras de desempleo todavía son críticas, en contraste con esto, el sector productivo no encuentra mano de obra calificada para ocupar muchas vacantes, por falta de oferta con las competencias y habilidades que requieren.
Abordaré estos dos temas en dos columnas independientes, como aporte la discusión laboral y el reto que tenemos para el próximo año. Espérenlas.