Editores piratas generosos

Gustavo Álvarez Gardeazábal

Comienza hoy en Medellín, de manera virtual, como lo exigen los cánones de la pandemia, la Fiesta del Libro. El que era el evento gratuito más importante de la literatura nacional, teniendo en cuenta el volumen de lecturas, de visitantes y de área ocupada, ha terminado en una pantalla del smart o del computador. Pero a la pulgarización de la cultura y de muchas cosas más nos hemos ido acostumbrando mientras huimos del covid-19. Lo novedoso es que aprovechando ese carácter digital de la Fiesta del Libro han oficializado su presencia los editores piratas generosos. Son editores porque lo que publican son libros escogidos por la afluencia de lectores que han tenido o la importancia que la crítica les ha dado o por las dos cosas al mismo tiempo. Son piratas porque no le piden permiso al autor para incluírlo en su oferta digital y mucho menos pagan alguna regalía a la editorial que lo haya publicado, al autor que lo haya escrito o al que lo haya traducido. Y son generosos porque abanderados en las ideas de Sir Ken Robinson que ha dicho “no permitas que te roben las ideas. ¡Regálalas!”, quien entre a su página aquí puede decargarlas gratuitamente.

Yo, que apenas me entero que había sido seleccionado por estos piratas generosos para publicar por todo el orbe 9 de mis novelas, estoy abrumado al conocer la noticia. No sé si alegrarme porque para que a uno le pirateen un libro se necesitan muchas cualidades que a mi ni la crítica marxista ni la bogotana me ha reconocido jamás. Pero tampoco sé si entristecerme porque si bien quien menos recibe de la edición de un libro es el autor (apenas le dan el 10% del valor del número de ejemplares que el editor dice haber vendido) la ilusión vanidosa de ser un bestseller es obviamente más accequible que la de un imposible nobel. Quizás más bien piense entonces que aprovechando la patasarribiada que el mundo se ha ido pegando por la pandemia, y el fracaso del neoliberalismo como doctrina económica, el final de los artistas quienes se creían libres y se sostenían por lo que les pagaran por sus obras, puede estar terminando. Se acabará entonces el mercado y la industria editorial que se ha hecho campo desde cuando Guttemberg descubrió la imprenta. Volveremos a los libros editados por las universidades a través de los subsidios que pueden entregar a sus fondos editoriales, quienes harán el papel que tuvieron los monjes medioevales cuando copiaban a mano en 3 o 4 ejemplares no mas, en los sótanos de sus monasterios, toda la literatura que llegare a su alcance. Les tocará entonces a las universidades volverse más comerciales o más exigentes en sus publicaciones para no contrariar al mercado de los lectores de impresos que sobrevivan. Y a los escritores ingresar a la locura desordenada del internet y publicar en redes bajo la sigla de editoriales fantasmas o quizás en sus propios computadores.

Sobre ese tema hablamos anoche en la Fiesta del Libro con el doctor Rodrigo Flórez, rector de Unaula, y el profesor Fernando Mora, del equipo de Universo Centro. Ingrese ,gratuitamente, aquí.

Comments

viernes 2 de octubre, 2020

Otras Noticias