El Aguacatal es un síntoma

Juan Felipe Murgueitio

Los ríos Aguacatal y Cali deben ser una prioridad para la administración distrital y no sólo para los vecinos del oeste de Cali que oportunamente generaron la alerta de contaminación que aguas residuales y ácidas están produciendo en ambos afluentes.

La respuesta de las entidades de atención a emergencias a esta situación, muestran que la Gestión del Riesgo en nuestra ciudad está muy bien preparada para atender desastres, pero mucho falta en materia de prevención.

La minería (legal e ilegal) aguas arriba del Aguacatal fue una constante el siglo pasado; explotación que dejó túneles irregulares que se abren paso hasta el Río con el flujo de ácidos.

Las minas, hoy abandonadas oficialmente, no han sido intervenidas por las autoridades competentes, y se estima la posibilidad de que la contaminación se deba a una reactivación de actividades extractivas irregulares.

Si bien es una coyuntura grave para el ecosistema de la zona y para la calidad del agua del río, y a pesar de que ya se están tomando medidas, la situación evidencia algo claro de nuestra sociedad: no estamos en la jugada.

Se pudo hacer algo antes para prevenir la contaminación, se pudo haber presionado para la intervención de las minas abandonadas, porque tenemos un poder que ningún tomador de decisiones en lo público puede obviar: la voluntad popular.

Y lo cierto es que, si hubiésemos estado en la jugada, podríamos haber exigido a la administración municipal una acción preventiva exitosa.

Tenemos un problema de fondo, una dificultad histórica en Cali, y es que nos acordamos de que la ciudad es nuestra y tenemos que cuidarla cuando tenemos el peligro en nuestras narices.

No hemos logrado unirnos como ciudadanos en causas de ciudad a mediano y largo plazo, no somos hemos sido solidarios con quienes alertan de amenazas que vienen antes de que sea tarde, y cuando hemos logrado acciones de intervención no le hemos hecho seguimiento a los resultados.

Lo sucedido en los ríos del oeste de Cali es grave, es una potencial catástrofe ambiental, eso no está en duda. La presión ciudadana funcionó y ahora el DAGMA y la CVC intervendrán, lo cual es una victoria para los vecinos de la zona.

Lo que sí se pone en duda, no obstante, es qué tan sostenible es seguir presionando para que las entidades competentes atiendan crisis evitables; qué tan sostenible es continuar ajenos al manejo y a la planeación de la ciudad.

Hemos demostrado que podemos hacer equipo, enfrentar a quién o a lo que nos afecta, generar vía presión medidas oficiales, y lograr los resultados que benefician a la comunidad y no a unos cuantos.

Nos falta lograr esa unión antes de la crisis, ejercer esa presión en etapa de prevención, y lograr esos resultados cuando más le conviene a la comunidad entera: cuando no nos han hecho daño aún.

Nos falta entender que la prevención está, en gran medida, en nuestras manos y en cómo les exijamos a nuestros dirigentes que actúen. Situaciones como la del Jarillón, por ejemplo, ameritan nuestra acción, con urgencia.

Cali se merece una ciudadanía que esté en la jugada.

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jueves 25 de agosto, 2022

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