El Corredor Logístico de Colombia en tiempos del Covid-19

Edwin Maldonado

Justo antes de que nos viéramos inmersos en esta crisis, a principios del año, se lanzó el CONPES 3982 que después de 11 años actualizaba la Política Nacional Logística. Esto ya era muy relevante en medio de la Cuarta Revolución Industrial y una mayor complejidad del proceso de producción en las cadenas de valor, pero ahora esa agenda lo es todavía más, dentro del contexto actual que nos trajo el COVID-19.

Más allá de los lineamientos para bajar costos logísticos, es clave que todos los actores se apropien de una visión integral de cadena; y que la colaboración, muy importante en esta época, sea el eje que guíe las decisiones de las empresas. Para esto, los esfuerzos no solo se deben concentrar en infraestructura, sino también en el fortalecimiento de los servicios de transporte y logística.

Aquí cobra mucha importancia el concepto de “Corredor Logístico” entendido como aquel que articula de manera integral orígenes y destinos en aspectos físicos y funcionales como la infraestructura de transporte, flujos de información, prácticas comerciales y de facilitación del comercio.

El CONPES resalta que el corredor logístico más importante de Colombia es Bogotá – Buenaventura, que conecta al país con el puerto que mueve la mayoría de la carga de comercio exterior portuaria, sin contar carbón y petróleo (en 2019 movilizó el 36% del total país). Por los más de 500 km del corredor, se movilizan anualmente 4 millones de toneladas origen – destino completo. Adicionalmente, este corredor integra carga desde otras zonas del centro del país, Eje cafetero, Antioquia, y del suroccidente, que hace que algunos tramos tengan mayor movilización, como lo es el tramo Buga – Buenaventura, el segundo que más mueve carga en el país, con más de 13 millones de toneladas.

Sin embargo, a pesar de la importancia de este corredor, todavía hay muchos cuellos de botella para consolidar su competitividad, y lastimosamente la mayoría se concentran el Valle del Cauca y están relacionados con infraestructura. Valga decir que van 4 años desde que se inauguró la ampliación del Canal de Panamá y todavía no tenemos un canal de acceso al puerto con la profundidad requerida para ser competitivo frente a puertos del Pacífico sudamericano y el Caribe colombiano; después de 17 años faltan completar 3 tramos de la doble calzada Buga – Buenaventura; van 5 años desde que se adjudicó la única 4G del Valle, la vía Mulaló – Loboguerrero, y todavía no inicia construcción; la región ya conoce varios intentos de operación del tren de carga en 20 años, y no hemos podido aprovechar la multimodalidad.

Para mejorar este corredor y otros, se debe entender que su punto de inicio y/o terminación es la planta productiva y el buque que moviliza la carga, esto implica la integración funcional de la infraestructura física, las TICs y las prácticas de los actores.

Por eso, todos esos proyectos de infraestructura son complementarios, la región los ha venido impulsando desde hace décadas, pero es importante entender que son para beneficios de todo el país, y así se deben empujar. También hay que tener en cuenta que de nada sirve tener infraestructura adecuada, si no hay flujo de comunicación oportuna, si en la última milla y en peajes se presentan demoras, si los procesos de documentación no son eficientes, si no se articulan las restricciones viales y si no se hace uso extensivo de TICs para gestión, colaboración y trazabilidad.

En esta coyuntura la logística ha sido fundamental para lograr el abastecimiento de la población, demostrando ser la base de la economía. También ha obligado a acelerar algunas mejoras para facilitar los procesos, que no deberían verse como temporales. Al contario, se debe continuar el camino de implementar medidas paralelas en infraestructura y logística, articuladas con los actores públicos y privados, parar lograr la eficiencia de los corredores logísticos, sobre todo, del más importante de Colombia.

@dherma

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jueves 25 de junio, 2020

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