El desierto con cantimplora

Rosa María Agudelo

Llevo 25 años al frente de pequeñas empresas de comunicaciones.

Ojalá sacar adelante una compañía fuera cercano a ser la última Coca cola en el desierto.

Todo lo contrario, ha sido como atravesar un desierto sin cantimplora.

Cómo se nota que la ministra de Trabajo no ha tenido que conseguir plata para pagar nómina o un cliente.

Sin duda, tampoco ha tenido que negociar con proveedores, lidiar con la Dian o cumplir con los requerimientos de los sistemas de seguridad en el trabajo.

Hacer empresa lejos está de la cómoda vida que llevan nuestros congresistas o funcionarios públicos, de la cual ha gozado nuestro presidente por más de 30 años.
Hacer empresa no es un juego de millonarios, como lo hace ver.

Hacer empresa es la lucha de colombianos del común que quieren labrar una vida mejor para ellos, sus familias y sus colaboradores.

Contratar un empleado es lo más parecido a adoptar un hijo, que a su vez llega con “cola”, como diría mi abuela.

En nuestro país, en muchas familias hay solo una persona empleada que asume la manutención de mínimo 4 personas.

Esa presión también la cargamos quienes generamos empleo.

El presidente se equivoca al calificar de brutos a los empresarios.

Estaría de acuerdo con él si les dijera locos.

En Colombia es loco hacer empresa en un segmento que no sea un negocio ilegal.

Es frustrante que para ser respetado por Petro haya que liderar una factoría de coca, una mina ilegal, un bufete de extorsionistas, una oficina de cobro o un colegio de sicarios.

¿Será que es hora de cambiar de negocio? Dediquémonos todos a delinquir, sin duda nos iría mejor.

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viernes 1 de septiembre, 2023

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