El mínimo ideal

Mario Germán Fernández De Soto

Vuelve la sana discusión de cada año sobre cuál debe ser el incremento del salario mínimo de los colombianos.

Es un debate necesario en el que deben intervenir los empresarios y los trabajadores para establecer el valor requerido de ingresos de las familias para garantizar su subsistencia, además de permitir una buena recreación para la vida familiar que determine su crecimiento social, cultural, deportivo y económico.

Los factores que siempre son motivo de análisis en este dilema son la inflación, la devaluación de la moneda, la llamada productividad de las empresas y la política del gobierno de turno para estimular la demanda interna que jalone la economía nacional.

Pienso que lo primero que debe tenerse en la cuenta es la carestía que padecemos, que se ha convertido en el principal problema de los asalariados por cuanto el alza permanente de los productos básicos de la canasta familiar eleva dramáticamente el costo de la vida.

Digamos la verdad el mercado está muy costoso. Que lo digan quienes van a las galerías, tiendas y supermercados de cadena.

¡Todo está por las nubes! Circunstancia que agrava la situación como evidenciara la FAO cuando dice que una familia de cuatro integrantes se gasta $1.500.000 al mes solo para comer bien.

A lo que agrego que si se compran productos como enlatados, chocolates, galletas y algunas otras golosinas, esa cifra, estoy seguro, no alcanzaría.

De esta manera, cuántas personas tendrían que trabajar en un hogar para satisfacer no sólo las necesidades de alimentación sino también la de un adecuado esparcimiento para disfrutar del cine, un paseo turístico o simplemente de una actividad de ocio, lo que por supuesto es tan necesario, como almorzar para poder vivir sanamente.

En mi opinión, si la inflación está por el 10% y los costos de los productos básicos siguen subiendo presionados igualmente por los llamados dizque “impuestos saludables”, como son los aplicados hoy a los productos llamados azucarados, más la productividad que siempre miden las empresas, que no debería estar por debajo del 2%, más el valor compensado de la carestía del 1%, la cifra del incremento no podría bajar del 14 % para por lo menos, equiparar los altos costos de vida y el impacto que siempre tiene en el mes enero el nuevo salario mínimo sobre los artículos de primera necesidad.

Ahora bien, en términos de una empresa, el cálculo es alto y pretencioso, por lo que implica pagar ese mayor valor en un solo período fiscal cuando para los empleadores también han subido sus costos y los impuestos por la aplicación de la nueva reforma tributaria vigente.

Por tanto, el gobierno debe coadyuvar con el tejido empresarial estimulando a los empresarios con un descuento especial sobre los impuestos, por un lapso determinado, que paguen las empresas para el próximo año, procurando amortiguar el impacto sobre el incremento salarial que deben asumir y a partir de esta medida gubernamental, hacer posible que se mitigue el alto costo de vida a los trabajadores, por un lado, y por el otro, garantizar la sostenibilidad fiscal de las compañías que absorben la mano de obra de tantas familias que coadyuvan al desarrollo nacional, incentivando al mismo tiempo a las empresas que han creído y siguen creyendo en Colombia, invirtiendo sus recursos en nuestro territorio, tanto en el sector rural como en el urbano, haciendo de un ejercicio económico y social una oportunidad para la inversión privada, la que debe estimularse para mantener y crear nuevos empleos productivos.

El aumento del salario mínimo tiene que estar acompañado de acciones audaces de orden fiscal por parte del gobierno, que estimulen la inversión y la productividad de tal manera que beneficie a los trabajadores y que generen mayores ingresos para los empresarios. El incremento del “mínimo” tiene que ser un gane- gane para todos.

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viernes 10 de noviembre, 2023

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