El peligroso consumismo
“Consumismo” es el comportamiento descontrolado de quienes compran, consumen, gastan y generalmente desperdician más bienes y productos de los necesarios.
Es una conducta socialmente común y para muchos es muestra de poder adquisitivo, estatus y actualidad, pero que en suma causa preocupantes impactos a la salud del planeta.
Es más común de lo que se cree.
Desde quienes se obsesionan con comprar más y más zapatos, ir a todo restaurante de moda, coleccionar algo intrascendente o cambiar de vehículo o celular, solo porque salió al mercado la última versión.
El consumo es positivo porque no solo dinamiza las economías al coadyuvar el comercio y satisfacer a los compradores en sus necesidades.
Pero desbordado contribuye a la contaminación, a orientar las relaciones sociales para sobrevalorar lo material y a dar una seguridad artificial ante emociones de desespero si no se obtienen lo deseado (“no sabía que existía y lo necesito desesperadamente”, describe jocosamente esta paradoja), y a enceguecer al consumista frente a los problemas reales de equidad y de pobreza que sufren las mayorías poblacionales en un país como Colombia.
Les invito a hacer el siguiente balance: ¿Cuánta ropa tiene que hace meses, años no usa?, ¿Cuántos pares de zapatos, vestidos, o, por qué no, dispositivos tecnológicos los ha adquirido por antojo y ya no usa?, ¿conoce a alguien que ha hecho una larga fila para ser el primero en adquirir un celular?, ¿siempre compra la última camiseta de su equipo de fútbol? ¿Cuántos cargadores, memorias USB, radios o dispositivos parecidos y audífonos inalámbricos, entre otros, tiene por ahí guardados sin uso alguno?
Cuando compramos más de lo que realmente necesitamos y sustituimos artículos en buen estado y aún con vida útil por otros, ayudamos a contaminar el planeta.
Muchos de los materiales de los zapatos, del vestuario, de los carros y de los productos tecnológicos, para no hacer larga la interminable lista, provienen de recursos naturales no renovables, tienen compuestos químicos nocivos o, contrario a lo que creemos, no son reciclables.
Somos víctimas, pero también cómplices, de estas tendencias globales cuyo único interés es ganar dinero (¿para qué vender un equipo electrónico que dure muchos años, si pueden presionar a renovarlo periódicamente?), sin importarles que la producción masiva incrementa el dióxido de carbono -CO2- que aumenta las enfermedades y el calentamiento global.
Y aunque miles de empresas nos hablen de sostenibilidad, de reciclaje, de donar dinero a causas sociales, el negativo impacto sobre el planeta de miles de millones de toneladas de desecho es hoy dramático.
Los océanos ya registran islas de plástico.
En Ghana y Chile la ropa se acumula en las playas, pues hay 30 millones de habitantes y semanalmente reciben 15 millones de prendas.
De no actuar ya, habrá un momento en que ni los países ricos se salvarán del daño a la salud humana y del planeta.
La basura no desaparece, alguna se logra reciclar, pero miles de toneladas al año depredan ya no solo el planeta, sino el espacio exterior de la tierra que acumula desechos satelitales sin que tengamos mayor conciencia global de ello.
La basura siempre, siempre, acaba en algún lado.
Mucha de la publicidad sobre reciclaje es engañosa (se calcula que menos del 10% de los 8 billones de habitantes recicla, y diariamente en el mundo se botan los deshechos de 13 millones de celulares).
No todo el plástico se recicla y no todos los productos (como las baterías o los zapatos, tenis, en fin) se degradan.
Y así, gota a gota, o desechable tras desechable, dañamos la salud del planeta.
Debemos aprender a leer y a entender las etiquetas de los productos para dimensionar su impacto, debemos reciclar localmente (desde acciones tan sencillas como imprimir menos, usar un solo pocillo para nuestras bebidas…), evitemos comprar productos denunciados por obsolescencia programada (de un momento a otro se dañan o no tienen forma de ser arreglados), deshagámonos técnicamente de los objetos y solo adquirámoslos cuando sea estrictamente necesario, seamos prudentes y evitemos la tentación de cambiar por cambiar y de comprar por comprar, y disminuyamos al máximo los empaques de productos.
Es un tema de conciencia planetaria que nace en la conciencia individual.