En agosto nos vemos con Gabo
Mi amigo y gran escritor Oscar Collazos, quien vivió sus últimos años en Cartagena, donde también permanecía Gabo por largas temporadas, me contaba sobre dos visitas que le hizo al premio Nobel cuando ya tenía la enfermedad del olvido. Recuerdo que le sorprendía que en asuntos menores, por ejemplo, en el nombre, se lo cambiaba, en cambio, en ciertos momentos tenía precisiones insólitas.
A mis veinte años, sobre 1969, tuve la fortuna de conocer a Gabo, vivía el estrellato de la publicación de Cien años de soledad. Álvaro Mutis me permitió compartir una cena íntima con Gabo, su mujer, Emmanuel Carballo, ensayista y editor en México, la dueña de la gran editorial ERA, Neus Expresate y los Mutis.
Fue un encuentro extraño que nos acercó. La amistad estaba cruzada por mi afecto con Eligio García, su hermano, quien deseaba ser escritor.
Se extendió años, por Bogotá, y, sobre todo, casi una década en el festival de cine de Cartagena. Después de la muerte prematura de Eligio, de cáncer, como también lo sufrió Gabo, y con su regreso a México, lo perdí de vista. Pero también estuvieron de por medio mi amistad con Heriberto Fiorillo y Roberto Burgos.
Hoy tenemos el placer de haber leído su novela, que estuvo a punto de no ser conocida. Sus hijos ya lo explicaron, sobre todo Rodrigo, quien es un gran director de cine en Estados Unidos y no es nada reconocido en Colombia.
Eso es propio de nuestro país, así como no existe el suficiente respeto para con Gabo, el colombiano más importante.
Es una novela en seis capítulos, que pueden ser cuentos autónomos, como los franceses denominaban una “nouvelle”. Una estructura que viene de Faulkner, el gran modelo para Gabo y todos los que hemos intentado escribir bien.
Ellos lo hicieron todo. Me sorprende el capítulo cuando el personaje Ana Magdalena Bach habla con su esposo de la infidelidad y le pide que le cuente con quien fue.
Son unos diálogos preciosos y únicos. El mundo literario está en conmoción, será el libro más vendido de este año y Gabo tendrá el lugar que siempre tuvo, como el mejor escritor de los últimos cincuenta años.