Es por las personas
En Colombia como en muchos países, se sabía que el sistema de salud estaba en riesgo de colapsar si se presentaban varios casos críticos al tiempo, y eran necesarias medidas de aislamiento obligatorio, para retrasar la velocidad de contagio, postergar el pico y lograr que en este tiempo se pudiera reforzar nuestra capacidad de atender esta crisis. Es decir, que solo estábamos ganando tiempo, pero no era sostenible mantenerlas, debíamos evitar un mayor costo económico.
Desde hace más de un mes se está adelantado este proceso de activación gradual de varios sectores, pero todavía subsisten algunas voces en contra, las cuales pierden sentido si entendemos el costo económico desde el punto de vista de las personas. Pues son las que están siendo afectadas principalmente por esta crisis, que más que de salud, es una crisis de personas.
Se debe tener presente que cuando se habla de economía, no se trata únicamente de las empresas, se trata de las personas, que permiten que todo funcione. Sin personas no hay producción, no hay consumo, no hay impuestos, y, sobre todo, sin el ingreso que generan por sí mismas o través de las empresas, no habrá recursos para sostener el gasto público que se requiere para la atención de la crisis.
En Colombia cada mes normalmente había alrededor 22 millones de ocupados, de los cuales el 44% ganaban menos de un salario mínimo, 42% entre 1 y 3 salarios mínimos, y el 5,9% más de 3 salarios mínimos. Con este nivel de ingreso y con un 50% obtenido desde la informalidad, es muy difícil consolidar un nivel alto de ahorro para gran parte de los trabajadores, que les permita cubrir sus necesidades básicas. Se estima que esta crisis pudo afectar de una u otra manera al 70% de los trabajadores, es decir que los 15 millones de trabajadores vieron afectados su ingreso (9,5 millones informales) y las ayudas sociales solo han logrado cubrir una tercera parte de estos.
Las cifras de empleo en abril revelan una pérdida de 5,3 millones de empleos, en el mes donde el aislamiento fue más fuerte. Aunque algunos esperan un cambio positivo, ya que desde mayo se empezaron a abrir nuevos sectores, va a ser difícil recuperar este empleo destruido y puede que muchas empresas que hayan logrado mantener algunos puestos de trabajo en abril no lo puedan hacer en meses subsiguientes. El efecto en el desempleo de esta crisis es de largo plazo y hay alto riesgo que muchos hogares vuelvan a caer en pobreza, sobre todo la clase media emergente, con lo cual se perdería todo el avance logrado por el país en los últimos 15 años.
Las personas, son el capital más importante que tiene un país y por eso desde el inicio se priorizó la vida y la seguridad alimentaria, y ahora debemos priorizar el trabajo para que este capital no se deprecie y con esto nuestra capacidad productiva como país.
Si bien son importantes las medidas de apoyo al empleo formal como el pago de nómina y prima, no debemos quedarnos en la coyuntura, se deben buscar cambio de política, sobre todo en materia de flexibilidad laboral y formalidad. Ahora más que nunca se requieren trabajadores con habilidades específicas que ayuden a fortalecer el tejido productivo, en el marco de relaciones formales, ajustadas a las nuevas realidades, y equilibradas frente la necesidad de mayor productividad de las empresas y las crecientes necesidades de autonomía y flexibilidad del trabajador.
Hoy, alrededor del 80% de los sectores pueden operar con estrictos protocolos de bioseguridad y más de la mitad de los trabajadores están retomando a sus labores de forma física jugando un papel fundamental en esta crisis. Dentro de su individualidad deben ser responsables, no solo por su salud, sino para que no se pierda el terreno ganado y se puede seguir abriendo la economía y lograr así que las personas que no pueden trabajar porque lo hacen en sectores que depende de la interacción social, puedan hacerlo en el futuro.