Escribir para no olvidar
Esta semana fue la presentación de mi libro Desde la sala de redacción: 35 años de periodismo, en el marco del Festival Oiga, Mire, Lea.
Escribir este libro fue la oportunidad de hacer un ejercicio de memoria, una conversación conmigo misma y con el país que he narrado durante 35 años.
Apostar por contenido nuevo me obligó a revivir las historias, a recordar los testimonios e incluso a pensar en los silencios.
El proceso fue más difícil de lo que imaginé. No por falta de recuerdos, sino por la dificultad para seleccionarlos. ¿Cómo escoger solo 35 fenómenos en un país que no ha dejado de cambiar?
La respuesta fue simple: volver a escuchar a las víctimas, a los líderes, a los jóvenes, a los territorios que me han marcado. Escucharme también a mí.
He escrito todos los días durante estos 35 años, pero esta vez fue distinto. No era desde la coyuntura. Era condensar en pocas páginas lo que he visto, oído y analizado durante más de tres décadas.
Al volver sobre estas historias, confirmé que la esencia del periodismo sigue intacta: servir. Ser puente. Ser memoria.
En medio del ruido, la polarización y las redes que confunden opinión con información, el periodismo sigue teniendo sentido si no se traiciona a sí mismo.
Este libro es una invitación a mirar lo que hemos sido a largo plazo. A ser conscientes de que lo que somos hoy es parte de la historia. A no olvidar lo que nos pasó.
Sobre todo, a entender que las decisiones que tomamos hoy afectan el futuro, aunque solo lo notemos dentro de 30 años. Es una invitación a ver el bosque y no perder la perspectiva.