Farsa y tragedia
Es indudable que muchos seres humanos en naciones subdesarrolladas, por razones de instrucción académica elemental, no vislumbran el alcance de las ideologías.
Eso es aprovechado por políticos o politiqueros populistas que prometen ríos de leche y miel y que cuando logran el poder lo que brindan es hiel y desesperanza.
Por ejemplo: en 1959 Fidel Castro, cuando se tomó el poder acusando a Fulgencio Batista, el exdictador de entonces, de haber convertido a la isla en “el prostíbulo de los gringos”, dijo: “Les puedo asegurar sin temor a equivocarme que en diez años más Cuba estará por encima de los países desarrollados.” Sesenta y seis años después esa promesa no se cumplió; al contrario, Cuba se deterioró terriblemente. Cuba hoy, no es la hermosa isla de antes de Castro.
La llegada de Hugo Chávez al trono presidencial en Venezuela, fue catastrófica. De ser un país muy rico cayó en la indigencia. Logró la aprobación de la Constitución en 1990 gracias a que el pueblo le creía.
Implementó reformas sociales. En la década del 2010 la economía empezó a tambalear, la pobreza creció, la inflación crecía y crecía, la escasez se incrementaba y les cayó una crisis energética.
El gasto excesivo se volvió insostenible. Aumentó la criminalidad, especialmente en homicidios. La corrupción ha sido galopante.
En Nicaragua funciona una dictadura autoritaria con Daniel Ortega y su esposa Rosario. Se encuentra en el puesto 130 , es decir, sus habitantes están en un mal lugar dentro del ranking del desarrollo humano (IDH).
Mejor dicho, su desarrollo como país es pésimo.
Y en Honduras ni se diga. Este país fue gobernado por Manuel Zelaya, un político que hacía parte del “movimiento bolivariano” de Hugo Chávez, junto a los Kishner de Argentina, Rafael Correa de Ecuador, Evo Morales de Bolivía, el mismo Ortega de Nicaragua, Castro de Cuba y Lula de Brasil. Zelaya está siendo solicitado en extradición por narcotráfico, junto a un hermano, por EE.UU.
Es un país con problemas estructurales desde hace años, incluyendo corrupción sistemática, interferencia política en el sistema judicial, inseguridad y un porcentaje muy elevado de su población en condiciones de pobreza.
En Colombia, afortunadamente, hasta ahora, gracias a la institucionalidad, no existen posibilidades de algo extraño salvo la violencia sistemática que se vive contra militares y policías y, en distintas regiones por parte de grupos irregulares.