Formalidad para afrontar la crisis

Edwin Maldonado

Ya van más de 6 meses desde que se empezó hablar del coronavirus en el mundo y más de 130 días desde que se presentó el primer caso en Colombia y dejó de verse como algo lejano que nunca llegaría a este rincón del mundo, como pasa con muchas situaciones que solo vemos en noticias.

Esta vez, llegó para quedarse y aunque de distintas nacionalidades estudian juiciosamente el tema y trabajan para encontrar una vacuna, mientras eso no pase, y mientras no llegue efectivamente a los países, no podemos esperar en el mediano plazo una normalidad en nuestra vida cotidiana.

Normalidad que tal vez nunca llegará, porque esta crisis cambiará para siempre nuestros parámetros de relacionamiento social, patrones de consumo y por supuesto cambios en nuestra economía.

En términos económicos la primera cifra que uno analiza es el PIB, que muestra la producción agregada de la economía que se ha visto afectada tanto por el lado de la oferta como de la demanda.

Sobre esta variable, la mayoría de los pronósticos nacionales e internaciones evidencian que esta caída de la producción va a ser grande, pero no sería tanto en comparación con otros países de la región y del mundo, demostrando la solidez de nuestro entorno macroeconómico y capacidad del tejido empresarial.

No obstante, el problema económico de fondo no radica en el PIB, en este momento lo más preocupante es que la afectación en las fuentes de ingreso de las personas crea un riesgo de que se pierda todo el terreno ganado en Colombia en cuanto a reducción de la pobreza y consolidación de la clase media.

Analistas muestran que si no se hubiera reforzado los programas sociales existentes y creado mecanismos de ayuda como Ingreso solidario y Subsidio al empleo, la afectación podría haber significado devolvernos a cifras de pobreza de hace 20 años, y perder todo el terreno ganado en este periodo de tiempo.

Gracias a esos programas de gobierno nacional se habla de que estaríamos en cifras de pobreza de hace 10 años, lo cual no deja de ser preocupante, y prende las alarmas a propósito de que se esta considerando volver a un aislamiento obligatorio más estricto, tirando por la borda todo el avance que se ha venido logrando con la reapertura gradual y responsable de los diferentes sectores económicos.

Es lógico que al ver como las cifras de contagio crecen y las tasas de ocupación de las UCI llegan a su límite se genere miedo y se considere volver a cerrar la economía, pero no podemos matar el tigre y asustarnos con el cuero.

Este escenario estaba contemplado, puesto que el objetivo del aislamiento era solo retrasar el pico de contagio, para que en este tiempo nos preparáramos para afrontarlo. Gracias a eso ya conocemos más de este virus, cómo se mueve, como evitar su contagio y, sobre todo, ya sabemos dónde tenemos que reforzar en nuestra capacidad hospitalaria y aunque se han presentado unas demoras en el tema de ventiladores, el proceso avanza.

En fin, hay todo un aprendizaje que nos permite estar más preparados y solo con información se puede tomar decisiones adecuadas que realmente tengan efectividad, puesto que es claro que hay un desgaste en cuanto el aislamiento y en esta etapa hay que considerar si estas medidas son cumplibles y eficaces, teniendo en cuenta los costos sociales y en el marco de la informalidad que tiene el país.

La informalidad, que es un tema estructural, explica en parte por qué se da tanta afectación en la pobreza, debido a que gran parte los ocupados en esta condición, no pueden cubrir efectivamente todos los riesgos, como son la posibilidad de accidentes, o de vejez en lo referido a pensiones.

Y justo en esta crisis no tuvieron la posibilidad de retirar sus cesantías o acceder a subsidios de las cajas de compensación.

Dado a esto, y debido a los ingresos precarios, no cuentan con capacidad de ahorro, ni capital que puedan volver líquido para sostener el gasto básico, ni tampoco pueden acceder a crédito fácilmente, y las ayudas estatales y/o privadas no los benefician, porque solo llegan a los más pobres.

Estas personas son en su mayoría de clase media emergente que están en riesgo de caer en situación de pobreza, y por más que digan que volvemos a aislamiento, no van a poder cumplirlo y van a querer trabajar para llevar sustento a sus familias.

Teniendo en cuenta esto, el volver a un aislamiento fuerte, implicaría aumentar los costos sociales y económicos, y castigar aún más a los formales, sobre los que está ya recargado el sistema de seguridad social y que han asumido unos sobrecostos en esta crisis para mantener el empleo y cumplir con todos lo protocolos de bioseguridad. ¿qué le dirían a un empresario que invirtió lo poco que tenía para restructurar su empresa a las nuevas realidades y que ahora no puede trabajar?

En esta crisis tenemos que demostrar que ser formal paga y aprovechar para crear incentivos a la formalización, haciendo que sea menos costosa y engorrosa.

Cualquier ayuda a personas o empresa debe estar condicionada la formalidad y cumplimiento de los protocolos de bioseguridad, para que de manera colaborativa enfrentemos esta crisis.

Comments

jueves 16 de julio, 2020

Otras Noticias