Inteligencia Humana para vivir mejor con Inteligencia Artificial
Es un hecho. La IA (Inteligencia Artificial, o AI, en inglés, de Artificial Intelligence) llegó para quedarse en nuestras vidas, incluso de la de quienes suponen que no les gusta o no creen que la tecnología les influya.
Su incidencia es innegable y está transformando radicalmente la forma como hacemos las cosas, nos relacionamos, trabajamos y nos divertimos.
Entre quienes conocen o han escuchado o leído sobre IA hay dos posiciones antagónicas que van desde una preocupante adoración de estas inteligencias, porque consideran que sin ellas seríamos más limitados, o los que las rechazan porque consideran que las IAs pueden atrofiar el cerebro, favorecer la pereza y acabar con millones de puestos de trabajo.
Ambos extremos son riesgosos. Lo real es que cada día la IA se extiende más y la vamos usando sin ser siempre conscientes.
Por ello, es clave que cada uno identifique qué tanto sabe de IA (en lo funcional, más que en lo técnico) y, sobre todo, cómo ella puede mejorar su vida.
En términos simples, la IA es un desarrollo de la tecnología informática para que máquinas (como servidores y equipos de cómputo) procesen toda la información que la humanidad ha ido acumulando en internet y en millones de bases de datos, y entreguen información y orienten la toma de decisiones en pocos segundos.
Sus utilidades son innumerables y casi ilimitadas. Si, por ejemplo, usted considera que este escrito es extenso, sólo dele el link a algunos de los sistemas de IA (como Chat GPT, Copilot, Gemini, Deepseek o Claude, entre otros), y estos se lo resumirán como usted quiera; si desea aprender o reforzar un idioma, puede hablarlo con estas IAs y ellas le corrigen; si no sabe qué cocinar con los ingredientes de su despensa, la IA le aconseja; si desea tomar el camino más rápido, la aplicación Waze le ayuda; si quiere saber a qué especie pertenece una planta, tómele una fotografía y súbala a internet; si quiere dibujar algo fantasioso, descríbale a la IA lo que imagina y ella le dará opciones; si quiere resolver una fórmula, désela a la IA…
En casa y oficinas, ya es común que haya asistentes virtuales, como Alexa o Siri, que le organizan la música a su gusto, le ayudan con listas de mercado o encienden luces; cada vez detrás de un número de Whatsapp o un operador telefónico hay una IA que responde de forma tan natural que parece humana; hay aplicaciones de celular (apps) que advierten cuándo un producto está en oferta sin que usted tenga que buscarlo; o hay relojes inteligentes que miden su ritmo cardiaco y pulso; o cada vez es menos prioritario aprender otro idioma, porque la IA ayuda a la conversación en tiempo real de personas de cualquier lugar… Y esto es solo el principio. Cada día nos sorprendemos más con la IA.
Por la manera como opera y dialoga y hasta da recomendaciones de cómo hacer o no hacer algo, algunos ven la IA como si fuera Inteligencia Humana, pero nunca debemos olvidar que la IA no es una persona, así lo parezca (porque hasta rostro, movimiento y voz buscan ser humanos).
¡Hay que tener cuidado! Detrás de sus beneficios también hay riesgos: La IA ha fortalecido la automatización y robotización, ocasionando la pérdida de millones de trabajos de operarios; usa información personal, que afecta la privacidad; trabaja con el contenido de la red, pero este no siempre es verdadero ni creíble; y, sobre todo, no es una persona y no tiene conciencia, por lo que puede orientar decisiones contrarias a la dignidad.
Es esencial saber actuar “inteligentemente” frente a la IA; conocer mejor en qué consiste y para qué nos puede beneficiar; usarla pero no depender de ella; tener claro que es una máquina y no una persona; y nunca olvidar que así tenga más conocimiento, información, rapidez y capacidad de análisis que los humanos, nunca podrá reemplazar la intimidad, el carácter, la disciplina, el racionamiento, la religiosidad y el compromiso único, de todas las personas, de responder por su propio proyecto de vida.