¿IVA a la canasta familiar?

Edwin Maldonado

Mencionar subir impuestos en cualquier momento siempre va a ser impopular, y más aún la palabra IVA que tiene una connotación de rechazo muy grande entre la ciudadanía. Normalmente en todas las reformas tributarias, de las 13 que ha habido en los últimos 20 años, por no ir más lejos, la discusión más álgida es la del IVA, a los políticos les da miedo el tema, y siempre lo han rechazado de tajada, excepto cuando están en el gobierno.

Ahora que se vislumbra una nueva reforma tributaria se hace inevitable analizar este tema, puesto que, aunque todavía no hay proyecto de ley, es claro que se contempla ampliar la base gravable del IVA, incluyendo algunos de los 73 productos de la canasta familiar que hasta ahora no tiene IVA, porque ya 108 de 182 productos que la componen, tiene actualmente IVA.

Obviamente como lo indica el nombre, es algo que de primera implica una afectación en los bolsillos de las familias, y por eso es sujeto de muchas discusiones. Quiero abordar mi posición al respecto, pero lo quiero hacer alejado del populismo, considerando el componente técnico y sobre todo el contexto actual en que estamos. Y lo primero que hay que entender es que por su naturaleza indirecta este impuesto es regresivo, en la medida que se recauda menos de los más ricos que de los pobres, en términos del porcentaje de su ingreso.

Es decir, el IVA por ejemplo del 10% una persona que gane $1 millón y que destine al consumo $400 mil, estará asumiendo un impuesto de $40 mil pesos y por otro lado, una persona que gane $ 10 millones y que consuma $ 800 mil, estará asumiendo un impuesto de $80 mil pesos. Comparando lo que pagan cada uno se podría decir que el de mayor ingreso paga el doble, pero si comparamos lo que pagan con su ingreso, encontramos que este impuesto para la primera persona representa el 4% de lo que gana, pero para la segunda sólo el 0.8%, es decir que porcentualmente paga mucho menos el más rico.

Para contrarrestar esto, el objetivo del gobierno es que se pueda capturar un mayor recaudo de los hogares de mayores ingresos y que este sea devuelto a los más pobres, representando no solo una compensación por lo que hayan podido pagar, sino un ingreso adicional y con este corregir el problema de regresividad. Al respecto es claro que esta medida resulta técnicamente adecuada y podría tener un papel redistributivo, ya está demostrado que existen los canales adecuados para hacer la devolución del IVA, este año se les devolvió a alrededor de 1 millón de colombianos, los más vulnerables.

No obstante, hay que tener en cuenta que esta devolución le llegó por ahora solamente al 2% de la población, y hay que revisar cómo se llega al 30% de la población que se pretende, casi 14 millones de personas que es precisamente la población que está en pobreza. Esto sería un gran alivio para estos hogares, dado que normalmente solo el 20% tiene alguna ocupación, en su mayoría desde la informalidad o autoempleo, viven del día a día y en esta coyuntura su ingreso bajó a cero durante las cuarentenas, y las ayudas sociales que se reforzaron con la pandemia, dejaron por fuera a alrededor de 5 millones de personas, con el agravante que no son sujetos de crédito y sus niveles de educación no les permite reubicarse en otros puestos de trabajo y por lo tanto están en riesgo de caer en extrema pobreza.

Pero siendo positivos aunque se lograra hacer la devolución a este 30%, qué pasa con el resto de la población que se vería impactada por el impuesto y que también bajo el contexto actual ha tenido afectaciones en su ingreso y necesitan de apoyo.

Acá entra el grupo más grande, la población vulnerable, el 39,8% de la población; son 19 millones de personas también llamados clase media emergente, puesto que ha superado la pobreza y están en proceso de consolidarse como clase media. En este grupo la tasa de ocupación es más alta, alcanza el 36%, y ya se empieza a mejorar la calidad y formalidad del empleo, muchos de ellos en empresas de todos los tamaños o de manera independiente en micronegocios, pero también subsiste el autoempleo informal o mejor llamado rebusque, y algunos dependen de remesas que envían familiares desde el exterior, que también se vieron disminuido en un principio.

Acá puede estar gran parte de los afectados por la destrucción del empleo, estas personas no cuentan con un ahorro ni capital que les permite sostener el gasto básico, tampoco pueden acceder a crédito fácilmente y las ayudas estatales y/o privadas no los benefician. Este grupo tiene el riesgo de que por efecto de la crisis puedan volver a caer en situación de pobreza y hacer que se pierda todo el avance logrado por el país en los últimos 20 años. Un IVA en la canasta familiar los impactaría aún más y no están en condiciones de asumirlo, puesto su estado es frágil ante las crisis, al tener un ingreso volátil.

Por último, está la población de clase media, el 30,8% de la población, son 14,9 millones de personas que se denomina también clase media consolidada. Este grupo es la base trabajadora del país, la población ocupada alcanza el 42% y muchos han podido desempeñarse en ocupaciones formales o realizar labores independientes desde la formalidad y hay una gran cantidad de microempresarios que aportan al tejido de sus regiones y obtienen otros tipos ingresos.

Esto ha llevado a que consoliden un nivel de vida más alto y son el grupo que más aporta vía consumo e impuestos. Se estima que en promedio el gasto mensual de una persona de ingresos medios es de $750.000, dinero que se invierte en alimentos, vestuario, salud, entretenimiento, educación y transporte. En general la clase media es la que más tributa IVA por cuanto es la que más consume (representan alrededor del 50 % del recaudo de IVA). A la vez es la que más paga impuesto de renta por ser el más numeroso grupo de contribuyentes efectivos y la que menos incentivos tributarios recibe, y no recibe subsidios que reciben los pobres.

Bajo el contexto actual, preocupa que se vea afectado el proceso de reactivación, por medidas que desincentivan el consumo, bajan la confianza de los consumidores y afectan el poder adquisitivo. Aun haciéndolo progresivo, se afectaría la clase media, justo en medio de una emergencia sanitaria dónde es clave la alimentación y nutrición de las personas, con lo cual se agrava su situación del consumo del país, que es uno de los factores claves a dinamizar para que las ventas de las empresas sean suficientes y encuentren equilibrio en sus negocios. Adicional al impacto económico, crea un ambiente de polarización que no es conveniente en un momento en que necesitamos enfocarnos en lo fundamental.

Deberíamos aprovechar este año las oportunidades de financiación a nivel internacional para cubrir el gasto público, trabajar en control de la evasión y elusión fiscal, en la reducción y/o reasignación del gasto y la eficiencia del mismo. Y luego de que superemos esta crisis, ahí sí pensar en una reforma estructural equitativa, progresiva y que genere procesos de redistribución, ajustada a los nuevos escenarios.

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viernes 12 de febrero, 2021

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