Joaquín García
La calidez de un ser humano es marca imborrable en la vida.
En eso, Joaquín García deja huella indeleble.
Quienes somos afortunados de conocerle, de tratarlo, de intimar incluso y ser parte de su existencia, sabemos que es un ser que es alegría pura, aunque -a veces- llegan nubarrones que él, sabiamente, ha logrado conjurar.
Es un urólogo destacado que ha examinado a todos sus amigos, y nos previene de patologías, y no solo en el plano físico sino también en los del corazón, del que es experto por su amplia experiencia en cosas de amores.
El doctor García o “Joaco”, como le decimos sus amigos, siempre está sonriente, animado, atento con sus más cercanos y lúcido para opinar de diversos temas.
Es un conocedor del bolero, del vallenato, de la salsa, de la música en general.
Tiene criterio para asumir un debate serio sobre los ritmos y las melodías, y desde hace unos años nos invita a El Cerrito al festival de boleros, donde es jurado en la “cofradía del bolero”.
Lo he visto bailar, en el barrio Alameda, hasta avanzadas horas de la noche, emocionado como un niño enérgico, mientras algunos de quienes le acompañamos estamos derrotados del cansancio.
Es un médico consagrado a su profesión desde diferentes aristas, sea como profesor, directivo, académico, y como paciente.
Nos anima que ya pudo sentarse a consolidar sus relatos, sus cuentos y columnas para publicarlas.
Lo que esperamos, ansiosos, para continuar la celebración por él, por su amistad, por su manera de observar el mundo, y por todo el cariño que nos tiene, que es recíproco, y esta columna va en nombre de todos lo que le queremos, saludando su próxima opera prima.