La educación
Otra vez se pone en el orden del día a la educación en Colombia.
El gobierno del presidente Petro acaba de presentar una Ley Estatutaria de la educación.
Creí que sería una verdadera reforma.
Se trata simplemente del reconocimiento del derecho fundamental a la educación desde el año cero y un verdadero “canto a la bandera”, porque no se definen a fondo las fuentes de financiación de lo que significa la gratuidad educación y la ampliación de cobertura con calidad.
De cada cien bachilleres sólo 18 logran tener acceso a una formación técnica o profesional.
La nación padece de una gran desigualdad, puesto que es a partir de la posibilidad de una calidad educativa en todos los estratos socioeconómicos como se puede vencer la pobreza en un país que ha sido calificado como uno de los más desiguales del mundo.
La mal llamada “reforma de la educación” tiene que estar orientada a lograr el acceso a un derecho fundamental con la mayor calidad y buscando que la población más vulnerable acceda a un cupo educativo con el propósito de mejorar su calidad de vida.
Se equivoca el gobierno con enunciados de estilo populista en un proyecto de ley escaso de profundidad, sin el énfasis necesario en la investigación y el desarrollo científico que comienza por los semilleros de investigadores como parte decisiva en una universidad.
Igualmente, es necesario valorar la articulación con el servicio nacional de aprendizaje Sena, que es precisamente “la universidad taller” más grande de un país que debe tener como prioridad las oportunidades de educación tanto en el sector urbano como el rural.
El campo colombiano está abandonado y requiere de la implantación de programas educativos de alto nivel en materia de gestión ambiental, logística comercial, transformación energética y salud ocupación.
Esta es la hora para mejorar el texto del gobierno desde el Congreso, haciendo posible una ley que contribuya a la ampliación de la cobertura garantizando la calidad.
Un proyecto legislativo de tal naturaleza requiere de un amplio debate por los estudiantes, profesores y empresarios que contribuyan a la pertinencia. Las instituciones de educación superior no pueden seguir formando para el desempleo, sino que su oferta educativa tiene que estar dirigida a las profesiones y oficios que requiera el sector productivo.
La gran pregunta es si la reforma a la educación está hecha para ofrecer nuevas oportunidades para todos, ¿por qué no se plantea el mecanismo institucional para financiar los programas sin que quede un “tufillo” de populismo?
El Congreso de la República tiene que estudiar a fondo esta iniciativa que genera dudas sobre su implantación a partir de mecanismos que garanticen su sostenibilidad social y económico .
Que la reforma sea para mejorar y no para mayores expectativas principalmente para los jóvenes que esperan mucho de sus gobernantes.