La esencia perdida en las divisiones menores del fútbol Colombiano

Jersson González

El fútbol en las divisiones menores ha perdido su rumbo.

Durante años, este espacio fue el punto de partida para formar no solo jugadores, sino también personas.

Sin embargo, hoy parece que el objetivo principal ha cambiado: se compite para ganar títulos a toda costa, dejando a un lado la verdadera misión, que es formar seres humanos integrales.

Competir en categorías juveniles no debería centrarse en acumular trofeos para la vitrina de una institución, sino en inculcar sentido de pertenencia por el club, la ciudad, el departamento o el país que representan.

Se trata de enseñarles a comprender y amar el juego en toda su esencia.

Los entrenadores tienen la gran responsabilidad de asegurarse de que cada joven que pase por sus manos crezca tanto en lo deportivo como en lo personal.

Al finalizar su proceso de formación, un jugador debería estar mejor preparado no solo para jugar, sino también para afrontar los retos de la vida.

Las divisiones menores están ahí para eso: sacar defectos, potenciar virtudes y respetar la esencia de cada jugador.

Sin embargo, en la búsqueda desesperada por el triunfo, se pierde de vista lo importante.

Hay que competir para aprender a jugar, no para aprender a ganar.

La diferencia es fundamental.

Si el desarrollo del futbolista no es la prioridad, no se están cumpliendo los objetivos de estos procesos.

El fútbol es una herramienta educativa poderosa, capaz de inculcar valores como la disciplina, el respeto y la solidaridad.

Pero esos valores solo se transmiten cuando el enfoque está en la formación integral del jugador.

Es imposible lograrlo si el entrenador está más preocupado por el resultado del fin de semana que por el desarrollo de sus alumnos.

La responsabilidad recae en los formadores.

El reto no es solo ganar campeonatos, sino también formar personas que, además de ser buenos futbolistas, sean ejemplos para la sociedad.

En el fútbol, como en la vida, el verdadero éxito no está en los trofeos, sino en el impacto positivo que dejamos en quienes nos rodean.

Las divisiones menores deben volver a ser ese espacio donde los jóvenes encuentran no solo su lugar en el deporte, sino también en la vida.

Si el fútbol quiere recuperar su esencia, debe empezar en la base.

No se trata de eliminar la competencia, sino de darle el enfoque correcto.

Porque al final, más allá de las victorias, lo que realmente queda son las personas.

Y esa es la victoria más importante de todas.

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jueves 9 de enero, 2025

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