La salud vallecaucana

Víctor Manuel García

El Valle del Cauca ha sido desde su creación formal como departamento, en 1910, uno de los territorios más destacados en materia de desarrollo económico, social y académico del país, llegando a ser referente en múltiples factores que han irradiado progreso no solo a la región sino a diferentes zonas de Colombia y Latinoamérica.

Es por esto que el Valle ha sido punto de referencia en muchos aspectos, entre los que podemos destacar el desarrollo de su tejido empresarial, del cual han surgido un número representativo de las empresas multilatinas y multinacionales del país.

La agroindustria, basada principalmente en la producción de la caña de azúcar, que, si bien ha generado algunas resistencias y criticas por su ejercicio de monocultivo en gran parte del territorio fértil del valle geográfico del río Cauca, también se ha convertido en un sector referente de emulación en muchos de los aspectos que han permitido a partir de este cultivo tener un interesante “abanico” de integración vertical y horizontal en materia empresarial.

De igual forma, el Valle del Cauca se ha caracterizado por ser “cuna” de grandes deportistas, que ha llevado al departamento en muchas ocasiones por décadas enteras a ser potencia nacional en la materia, dominando en no pocas ocasiones los diferentes eventos y torneos deportivos de carácter nacional.

Asimismo, a partir de desarrollos investigativos, varias de las universidades de la región se han posicionado como referentes en diversos sectores en Colombia.

Procesos de investigación continua han llevado durante décadas a instituciones como la Universidad del Valle, la Universidad Javeriana, la ICESI o la Universidad Nacional de Palmira a ser referentes nacionales en diferentes campos académicos.

En materia de salud, los vallecaucanos podemos decir que durante los últimos años hemos contado de manera casi ininterrumpida con dos de los centros de salud de mayor calidad en materia tecnológica no solo en Colombia, sino en América Latina, situando a la Fundación Valle del Lili e Imbanaco en el top 10 y 15 respectivamente a nivel subcontinental.

Sin embargo, es en este último aspecto que me quiero detener un poco, ya que, si bien en Cali se pueden encontrar centros de salud con altos estándares de calidad en términos tecnológicos y de servicio, con una diversidad de clínicas y hospitales con posibilidades de atención a nivel de complejidad IV tanto privados como públicos, la realidad de los otros 41 municipios del departamento es muy diferente.

La red de prestadores de salud en materia hospitalaria del Valle del Cauca, hace más de una década que atraviesa dificultades, llevando a una alta dependencia de los servicios prestados en la capital vallecaucana, contrastando con la dinámica mundial de desarrollar y potenciar los nodos regionales por ubicación y preponderancia geo-demográfica para el fortalecimiento de la red de atención en salud.

Si damos una rápida revisión a los centros asistenciales del departamento, excluyendo Cali, vemos que sólo Palmira cuenta con un centro hospitalario (privado) que cumple a cabalidad de manera real con los estándares requeridos para el nivel IV.

Si revisamos las demás ciudades principales del Valle del Cauca, Buga, Cartago, Buenaventura y Tuluá, la preocupación salta a la vista de manera inmediata ante la mirada en muchas ocasiones inactiva y complaciente de los gobernantes departamentales, locales e incluso de la comunidad en general.

De acuerdo a la mencionada dinámica de desarrollo de “nodos subregionales” para la atención en centros hospitalarios, Tuluá por su ubicación geográfica y su área de influencia demográfica y económica, es la ciudad que debe entrar en el proceso de desarrollo de su red hospitalaria pública y privada.

Sin embargo, y a pesar de contar con infraestructura de buen potencial para el desarrollo a partir de la existencia de las Clínicas como la María Ángel y San Francisco y del Hospital Departamental Tomás Uribe Uribe, vemos como diariamente la población del centro y norte del Valle del Cauca encuentran múltiples deficiencias en la prestación del servicio en estas instituciones.

En el papel, las tres entidades en mención, están clasificadas con el nivel III de complejidad, con capacidad de prestación de algunos servicios nivel IV, sin embargo, en la práctica esto no se refleja a cabalidad, ya que en muchas ocasiones los pacientes que llegan a las mismas se encuentran con obstáculos de obsolescencia de los equipos, de falta de mantenimiento de los mismos que los lleva a estar gran parte del tiempo fuera de servicio e incluso cuando no ocurre alguno de los dos casos anteriores, se presenta ausencia de recurso humano para la operación de los mismos.

Para poner un ejemplo, es tal la situación de este “nodo de prestación de servicio”, que en Tuluá hasta el momento de escribir esta columna, no existen los “medios” para atender accidentes que comprometan el músculo cardiaco (“infartos”), debido a la ausencia de equipos de hemodinamia, algo vergonzoso para una red de la cual dependen más de 15 municipios y cerca de 800 mil habitantes del centro y norte del Valle del Cauca.

Es momento para que, desde la gobernación, la alcaldía municipal y de la personería de Tuluá, tomen cartas en el asunto y se hagan verdaderamente responsables de este tema neurálgico para el desarrollo de nuestro departamento, porque no podemos ni siquiera pensar en un territorio sostenible sino se le garantiza la atención en salud a los vallecaucanos.

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miércoles 17 de agosto, 2022

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