La vejez: una dura dictadura

Luis Ángel Muñoz Zúñiga

Siempre escuchamos que a todos nos llegará la muerte, única realidad de la que un día nadie escapará.

Cuando alguien refiere el insalvable destino preferimos cambiar de tema. Pero nadie habla del otro inevitable destino al que debiéramos temerle más, todos olvidamos que nos llegará la vejez.

Entre la vida y la muerte sólo habrá un incierto y último instante. En cambio nuestra vejez pueda que sea prolongada por años, quizás décadas y nos relegará a un rincón, la afrontaremos apoyados con un bastón cuando ya sean débiles y tortuosos nuestros pasos.

En la vejez lentamente perderemos la memoria y la lógica. Claro que hubo viejos excepcionales que le hicieron quite a la senectud y con pulso firme produjeron brillantes ideas, por ejemplo, Ernesto Sábato, Germán Arciniegas, José Saramago, entre otros.

Y prestos a cumplir un siglo los vimos rodeados de personas que les expresaban admiración por sus legados.

Pero sus vidas no es regla general entre los humanos y menos entre los viejos no estratificados. En la vejez la indiferencia de familiares y de los amigos, nos hará sentir la crudeza de la soledad, porque será peor que unas miradas guardianas en prisión.

La más acertada definición de la vejez, mediante una canción la hizo Alberto Cortez: “La vejez es la más dura de las dictaduras, la grave ceremonia de clausura de lo que fue la juventud alguna vez. Con admirable destreza, como el mejor artesano, nos irá quitando nuestra antigua firmeza y asesorando al galeno, nos prohibirá tantos placeres”.

Es decir que en la vejez sentiremos con mayor rigor más discriminaciones.

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sábado 23 de agosto, 2025

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