La verdad artificial
En 1984 vi por primera vez la película Terminator en Betamax. Y digo “por primera vez” porque la repetí hasta el cansancio.
No fue el argumento del viaje en el tiempo lo que me sedujo de la cinta, sino la implícita profecía que en ella se desarrolla: un futuro en el que las máquinas, gobernadas por una inteligencia artificial, declaran la guerra al hombre y buscan su dominio.
Resulta que también, coincidentalmente en ese mismo año de 1984, leí un libro escrito en 1949 y que llevaba por título 1984.
Confieso que me aventuré a leerlo porque su autor, George Orwell, ya me había seducido con su libro Rebelión en la Granja, una exquisita fábula en contra del socialismo.
La lectura de 1984, en 1984, me permitió concluir que es en el manejo y control de la verdad donde reside el verdadero poder sobre el hombre.
Y voilà, como si se tratara de un silogismo donde la tesis era Terminator, la antítesis 1984, llegué a la conclusión de que si una inteligencia artificial controla la verdad, no serían necesarios robots bélicos para gobernar al mundo.
Vuelvo a recordar esta epifanía juvenil con los recientes comentarios del funcionario estadounidense David Sacks, asesor en temas de inteligencia artificial, quien advierte que el peligro real no es una rebelión de las máquinas, sino el uso de la IA para manipular la realidad, reescribir la historia y fabricar consensos falsos; advertencia que Elon Musk replicó en su cuenta de X.
Cuánta razón la del apóstol Juan cuando nos advirtió que “solo la verdad nos hará libres”; porque sin verdad, toda libertad será una ficción bien redactada.