La voz de Petro no es la voz del pueblo

Marlon Cubillos

Gustavo Petro ha construido una narrativa peligrosa: la de creer que su voz es la voz del pueblo.

Desde tarimas televisadas, con el respaldo de micrófonos que amplifican cada una de sus palabras, el presidente se ha abrogado que él encarna el sentir del pueblo, que sus ideas son las del ciudadano común y que su proyecto político es el único camino legítimo para Colombia, porque él es el pueblo mismo.

Pero el pasado 15 de junio, las calles le respondieron con contundencia: el pueblo no es un coro que repite sus consignas, sino una pluralidad que exige ser escuchada.

La marcha contra la violencia, que vive hoy el país, no fue un acto marginal.

Fue multitudinaria, diversa y espontánea—sin transporte subsidiado ni convocatoria oficial—, demostrando que hay una Colombia que rechaza el discurso de división, el radicalismo ideológico y la constante confrontación que ha marcado la administración petrista.

Gente de distintas regiones, clases sociales y posturas políticas salió a decir, con su presencia y sus pancartas, que Colombia no se reduce a la visión de un solo hombre.

Petro, sin embargo, parece empeñado en ignorarlo. Su retórica sigue anclada en la idea de que quienes no comulgan con su proyecto son “élites retrógradas” o “enemigos del cambio”.

Pero las calles del 15 de junio no estaban llenas de oligarcas: estaban llenas de ciudadanos hartos—madres preocupadas por la seguridad, jóvenes sin oportunidades, campesinos cansados de promesas incumplidas, trabajadores asfixiados por la economía.

Gente que, sin ser oposición política organizada, siente que este gobierno los ha dejado abandonados.

El verdadero liderazgo democrático no consiste en imponer una voz, sino en escuchar las muchas voces que componen una nación.

Un presidente que realmente creyera en el pueblo no descalificaría a quienes piensan distinto, sino que buscaría dialogar con ellos.

Porque el pueblo no es un bloque homogéneo, ni un apéndice del poder: es un mosaico de demandas que trascienden cualquier ideología.

El mensaje es claro: Colombia no le pertenece a Petro ni a ningún político. Le pertenece a sus ciudadanos—también a los que no marchan, a los que no gritan, a los que no encajan en la izquierda-.

Si Petro insiste en gobernar solo para unos pocos, no solo traicionará su discurso de inclusión, sino que profundizará la fractura que dice querer sanar.

El pueblo ya habló. Las preguntas son: ¿Petro está dispuesto a escuchar? ¿Petro dejará de pensar que él no es la voz del pueblo?

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miércoles 25 de junio, 2025

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