Las cenizas de Gabo
Durante los días que estuve en Cartagena se inauguró el lugar donde reposan las cenizas de Gabriel García Márquez. Se llama el Claustro de la Merced de la Universidad de Cartagena y pude verlo al día siguiente del acto oficial que se llevó a cabo con presencia de Mercedes, la esposa del escritor, sus hijos, y un séquito muy especial de gente.
El mismo día del acto oficial las hermanas de García Márquez celebraron una misa en una iglesia de Manga. Es claro que muestra una división entre la familia, es decir, entre Mercedes y los hermanos que sobreviven a Gabo.
A propósito de este evento, pude hablar con mi amigo Roberto Burgos Cantor, uno de mis contemporáneos literarios, una persona cercana a Gabo, quien fue invitado por el Ministerio de Cultura. Acerca de esto Roberto me dijo: “Recuerde, mi Umber, que nuestro amigo Gabo no era amigo de estos actos, nunca lo quiso y estaría en desacuerdo, más si son tan elitistas”. Por esa razón, se negó a ir.
Roberto Burgos Cantor, hijo de Cartagena, como Eligio García Márquez, estudiaron el bachillerato juntos, y, con ellos me hice amigo cuando teníamos 18 años, y eso me permitió acercarme al gran maestro justo dos años después, cuando fui a vivir a México en 1970. Pasaron los años y la amistad fue hermosa y con más vivencias.
Sobre todo cuando Gabo fue asesor del Festival de Cartagena por más de cinco años, en los cuales convivíamos durante ocho días desde por la mañana hasta por la noche. Gabo nos timbraba para ir a correr a la playa con Eligio y mi persona. Después, desayunábamos en el hotel Caribe, en unas charlas que recordamos en cada detalle.