Las cooperativas de contratistas
El exministro Carlos Caballero Argáez propuso el sábado pasado en su columna de El Tiempo la conformación de un Frente Civil como solución electoral al avance inusitado y bien planificado de las políticas que aúpa el presidente Petro.
Muy loable su propuesta pero parte de un error que no por ser aceptado mayoritariamente deja de ser error. En Colombia ya no existen realmente los partidos políticos.
Los reemplazaron las cooperativas de contratistas bien sean vestidos de financiadores de cuello blanco o de robagallinas como han resultado siendo los ordeñadores del actual gobierno.
Como tal entonces el carisma y el nivel de atracción de las ideas para administrar al país, se disolvieron en el recuerdo. Los directorios políticos que existían en la mayoría de los municipios colombianos, son historia patria.
Las banderas rojas o azules, verdes o amarillas, no establecen ningún nexo ni significación para el ciudadano. Las contiendas electorales se construyen sobre el mayor o menor aporte de los contratistas y no sobre la militancia partidista.
La dictadura de las OPS, las benditas órdenes de prestación de servicio con las que reemplazaron la burocracia del estado son los otrora militantes de los partidos.
Es a través de esa masa, contratada, no convencida, que se mantiene el poder político. Los partidos, entonces, solo son estructuras legales disfrazadas para ajustarse a las caducas normas electorales.
Dejamos de ser una república representada por las colectividades políticas para ser una república contractual donde todo se hace, se define y se planifica por el logro o explotación de los contratos.
Y como los contratos han sido siempre, en todos los tiempos de la historia de la humanidad, la forma más expedita para abrirle las puertas a la corrupción, el país anda en las que anda.
Si el Frente Civil lo conformaran los contratistas de la licitaciones de los gobiernos anteriores, los robagallinas que se han lucrado del gobierno Petro montarían el Frente Amplio para derrotarlos.