Lizcano asoma al balcón
El que fuera durante casi tres años miembro del gabinete de Petro, Mauricio Lizcano, estuvo la semana pasada en el Valle promoviendo su opción como candidato a la presidencia por firmas.
Su nombre y su manera de hacer política me ha causado interés porque desde La Luciérnaga batallamos para hacerle llegar a su padre, el congresista Oscar Tulio Lizcano, la voz de aliento durante los casi 8 años que permaneció secuestrado.
Sus lágrimas de gratitud cuando terminó su martirio y vino a verme para confesarme que allá en el cerro Tatamá, donde lo tenían retenido, su esperanza diaria era oír en La Luciérnaga mi voz de aliento, me llevaron orgullosamente a escribir el prólogo del libro que redactó sobre su mal trato.
No he tratado personalmente al candidato, pero resulta evidente que tiene una posición muy clara, y así lo dijo en un estupendo reportaje que le hizo Grafiti en el diario Occidente.
Repite que no es ni petrista ni uribista, pero se mueve dentro de un esquema político tan tradicional y con miras tan solo electorales que no ha seleccionado, todavía, caballito de batalla para enfrentar la diversa jauría que también anda consiguiendo firmas.
Él les lleva alguna ventaja porque durante todo tiempo que estuvo de ministro de las TIC su imagen era casi diaria en pantallas y redes.
Pero como tampoco pareciera tener un esquema de funcionamiento como candidato, la sensación que deja es la de que todavía cree que está haciendo campaña en Caldas y Urabá, donde ha conseguido los votos que lo encumbraron hasta llegar a ser presidente del Senado.
Si rompe el cascarón manizalita y se avienta detrás del aguardiente Amarillo, que se tomó a Colombia desde Manizales, hasta se puede volver una opción a considerar.
Claridad la posee pero le falta estructura de candidato y proyección no solo de su imagen de glotón y bonachón, sino también del equipo que debe acompañarlo en esta brega.