Lo que decidimos
Se acaba el año y el país sigue transitando un camino sinuoso. Cerramos 2025 con logros dispersos, frustraciones acumuladas y un 2026 electoral que exige estar despiertos.
Nos quejamos, y con razón. La violencia persiste. La economía muestra señales de crecimiento, con inflación más controlada y menor desempleo, pero sostenida por factores que no garantizan resultados sólidos a largo plazo.
La salud y la educación no son las que necesita el país. Pero también hay personas trabajando, comunidades resistiendo y ciudadanos comprometidos. Ahí está la esperanza.
Lo que no podemos seguir haciendo es decidir desde el cansancio o la emoción. Cuando votamos con rabia o fanatismo, terminamos eligiendo personas sin preparación.
Personas que no saben, no pueden o no quieren gobernar bien. Después llegan las excusas.
Votar no puede ser un acto automático ni una revancha. Es una decisión profunda. No se trata del más simpático ni del que mejor grita. Se trata de trayectorias, competencias, equipos y carácter.
El 2026 nos pondrá frente a decisiones clave. Lo mínimo es informarnos, exigir y vigilar.
Elegir bien no basta: hay que acompañar y controlar. El voto no termina en las urnas.
Este fin de año, más que promesas personales, hagamos un compromiso colectivo. El país que viene será el resultado de nuestras decisiones.
Las elecciones de Congreso en marzo son una prueba clave. De ellas depende buena parte del equilibrio de poderes, la calidad del debate público y la capacidad de control político.
No son elecciones menores. Elegir bien es proteger las reglas del juego, fortalecer las instituciones y evitar que el poder se concentre sin contrapesos.
Votar informado, también aquí, es una forma concreta de cuidar el futuro.