Los que quedan, de Yolanda Ruiz
Acaba de publicarse un nuevo libro de nuestra reconocida periodista: Los que quedan.
En medio de tanta tinta como se ha derramado en Colombia alrededor de la violencia que nos mata, esta obra resulta novedosa por el punto de vista que la habita.
La escritora realiza una incursión en el mundo de diversos y diversas sobrevivientes de la muerte y el pánico que atraviesan los corredores colombianos.
En el recorrido se dibuja una geografía del dolor y los duelos en nuestro país, una geografía que es necesario no olvidar para intentar salir de ella.
Para realizar el trabajo, Yolanda se apoya en sus propias pérdidas y en las consultas de su hermana Sandra, quien como terapeuta ha acompañado a muchas víctimas de esta guerra atroz en que vivimos.
Quiero destacar la magistral manera en la que nuestra autora intercambia sus propias experiencias, duelos y dolores con los de sus entrevistados y con el desarrollo mismo de la historia conjunta del país. Historia que es la que ha causado estos dolores.
Esta opción le da al texto en su conjunto una cercanía y emoción muy logradas, aparte de que la empatía lectora se produce no sólo con los protagonistas relatados sino con la narradora misma, garantía de verdad.
De su mano entramos a varias narraciones, consecuencias diversas de la muerte, la violencia, el irrespeto.
Quiero destacar algunos ejes del libro:
Los niños y las niñas heridos. Las huellas imborrables del asesinato y las sombras de la noche en sus siquismos. La orfandad permanente, real y psicológica en que quedan, de la cual ya no podrán salir jamás y la que muchas veces los llevará a generar en otros los dolores sufridos.
Las violencias sexuales o de género. Aún con la mirada puesta en otro lugar, nos enteramos que un hermano viola a su hermana de 15 años y la deja embarazada y traumada… o que un padrastro viola a su hijastra de 13 años en la cruda maleza de los bosques… A estas mujeres se les agotan las salidas: la huida, el exilio, las armas.
Pero también quiero destacar un capítulo, acertadamente titulado: la sororidad.
Yolanda se fija en las redes de mujeres dispersas por la geografía de Colombia (y saliendo del texto podríamos afirmar, dispersas por el mundo) que construyen nichos de apoyo y mundos de ternura con el único y solo poder de su propia esperanza, de su propio apoyo mutuo, de su incondicional complicidad.
Estas mujeres logran en círculos de solidaridad generar para ellas salidas a sus traumas, al mismo tiempo que tejen lugares habitables para otros, especialmente para niños y ancianos.
La sensibilidad de la mirada narrativa recupera estos espacios en los que la vida triunfa sobre la muerte.
Estamos ante un libro que hay que leer, que hace parte de nuestra memoria colectiva y que por tanto hace parte de legado invaluable a pasar a generaciones futuras.