Malta y Yo vi tres luces negras

Leonardo Medina Patiño

El cine colombiano, innegablemente, ha venido in crescendo. La ley del cine, ya se ha dicho, fue un importante aporte legislativo en el desarrollo del séptimo arte, de la creación y la producción colombiana, logrando destacados premios a nivel nacional e internacional.

En ese estado de cosas, también hay películas que si bien narran una buena historia, hay poesía de la imagen, tienen un tono narrativo interesante, decaen en algún momento o repiten historias ya rayadas por el paso del tiempo o de anteriores series o películas. Incluso, hay rodajes que ni siquiera logran entretener.

Esto me sucedió con la película Malta, cuya sinopsis me atrapó pero al observarla nada aporta en la construcción de una historia que genere buen recibo. Aburre, incluso. Una narración de una mujer joven, estrato tres bogotano, que va de tumbo en tumbo, repitiéndose, con un conflicto familiar crónico, que nada dice finalmente. Historia repetida en otras películas, narradas -tal vez- de mejor manera.

Lo contrario me sucedió con Yo vi tres luces negras. Película cargada de misticismo, de ritualidad y tradición del pacífico colombiano, específicamente del Chocó. Dramatismo real, vivencias en la selva, donde siempre hay la maldita metralla y la violencia, la explotación minera y el atropello atroz de los violentos.

No quiero seguir comentándola, porque es mejor verla. Búsquenla, aplaudamos al director Santiago Lozano que, según he consultado, es comunicador social de la Univalle.

PD: Estoy leyendo el libro del profesor Hernán Toro titulado “La mesa está servida”. Haré comentarios una vez concluya. Por lo pronto, vale decir, que es un deleite. Pluma magistral.

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jueves 1 de agosto, 2024

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