Máscaras y mascarillas
Inaudito lo que sucede con la política en nuestro país. Se les dice, se les advierte, pero, los candidatos de derecha y centro derecha a la presidencia de la república, no quieren oír o se hacen los pendejos.
Tal parece que desean el triunfo de la izquierda nuevamente, gracias a ese desorden mental que tienen candidatos que a duras penas tienen voz y mando en sus casas. No quieren unirse.
Se inventan alianzas con candidatos que a duras penas alcanzan porcentajes irrisorios en los sondeos de opinión.
Ya se sabe que muchos de ellos solo quieren poner la cara para ser tenidos en cuenta en ministerios y departamentos administrativos pero que, de cualquier manera, le están haciendo daño a la democracia. Colombia no resistiría cuatro años más de caos, corrupción, de más impuestos y de más barbarie. ¡Que jartera!
No podemos tragar más sapos del pasado. La vieja política pretende regresar con sus fatalidades y sus entuertos para no dejar que la Colombia bella salga de ese entrampamiento en que la tienen.
No dejemos que personajes como Juan Manuel Santos nos venga con propuestas de salvación cuando fue él el Jekyll y el Hydes de la patria, un ser catastrófico, mentiroso y violador de nuestra Constitución.
Roy Barreras y Juan Fernando Cristo, capaces de venderle el alma al diablo con tal de colmar sus bolsillos y su ego.
Dañinos al extremo, la vieja política. Mauricio Cárdenas, muy meritorio en economía, pero con un pasado como el de Dragacol siendo ministro de transporte, posando ahora de adalid de la moral junto a Lizcano.
Lo que el “viento se llevó”. David Luna y Oviedo, personajes aromáticos pero que se evaporan rápidamente. No pegan.
Juan M. Galán, enredado en su laberinto. Los demás van y vienen por recuerdos tenues que no quedan en el alma nacional, como Alejandro Gaviria y Sergio Fajardo, hermanos gemelos en la incertidumbre y la desazón, de esos “yo no hago ninguna cosa que otro sea capaz de hacer por mí.”
Entonces, que se vuelvan serios quienes no tienen posibilidad ninguna. El país les pide, les ruega, les grita dejar tanta codicia de poder cuando en este momento la nación requiere de valentía, de decisiones y sentido de pertenencia. Recuperar a Colombia no será fácil, y mucho menos recuperarle su presupuesto hoy en pésimas manos.