Medio Oriente en jaque: el choque Irán-Israel y la partida global

Adrián Zamora

El tablero geopolítico de Medio Oriente atraviesa una transformación crítica. La rivalidad entre Irán e Israel ha escalado desde una guerra indirecta a un conflicto abierto y directo, poniendo en riesgo la estabilidad regional con impactos globales inmediatos.

No estamos ante una simple disputa local, sino ante una jugada estratégica en la que participan activamente Estados Unidos, Rusia y China.

Con Donald Trump de regreso en la Casa Blanca, Washington ha retomado su doctrina de “máxima presión” contra Teherán.

Este enfoque busca asfixiar económicamente a Irán, detener su avance nuclear y frenar su influencia regional. La alianza estratégica con Israel, aunque transaccional en su estilo, se mantiene robusta en objetivos.

Esta presión renovada generó una reacción inédita: ataques directos iraníes hacia territorio israelí, marcando una fase más agresiva y peligrosa del conflicto.

En el centro de esta escalada se encuentra el programa nuclear iraní. Tras el abandono del acuerdo nuclear por parte de EE.UU. en 2018, Irán ha acelerado considerablemente su enriquecimiento de uranio.

La posibilidad real de que Teherán obtenga capacidad nuclear militar ha disparado las alarmas en Washington y Tel Aviv, cerrando toda vía diplomática viable bajo la administración Trump.

Pero en esta partida geopolítica también juegan Moscú y Beijing. China busca asegurar rutas energéticas cruciales y expandir su influencia económica regional.

Rusia, entretanto, consolida una alianza estratégica con Irán que va más allá de la diplomacia tradicional. Su apoyo incluye asistencia militar directa y acciones conjuntas para eludir sanciones occidentales.

Este vínculo ruso-iraní, reforzado por la cooperación militar en Ucrania, es interpretado en Washington como una amenaza directa a sus intereses y aliados.

¿Por qué el programa nuclear iraní despierta más alarma que otros arsenales existentes, como el de Pakistán? La explicación es triple: la ruptura histórica post-revolución de 1979, la incompatibilidad política de su régimen teocrático con los valores occidentales y, sobre todo, su apoyo directo a grupos hostiles contra Israel.

El escenario que emerge es claro y preocupante: una confrontación directa entre Irán e Israel no solo amenaza la estabilidad regional, sino que también pone en riesgo elementos críticos de la economía global como el suministro energético.

En un mundo interdependiente, la región que parecía contener conflictos locales se ha convertido en un tablero donde potencias globales redefinen sus equilibrios de poder.

Esta no es una crisis que pueda ignorarse desde América Latina. Nuestra región debe leer este escenario y anticipar cómo proteger sus intereses en medio de esta tensión.

El futuro de Medio Oriente no es solo un asunto regional; es un factor determinante en la configuración del orden mundial que nos afecta directamente. El tiempo de ser espectadores se quedó atrás, es hora de mover nuestras fichas.

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viernes 6 de junio, 2025

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