Memorias de José Aníbal
De memorias comunes a las de Aníbal Morales. En las librerías hallamos memorias de expresidentes y políticos, que no seducen lectores.
Algunas tienen peso intelectual, meritorio en política, consulados, academias de jurisprudencia, con sello de la imprenta nacional, como exaltación de padrinazgos a los apellidos resonantes.
Pero el acto que congrega a un centenar de maestros en la Biblioteca Departamental, organizado por una pléyade de colegas de José Aníbal Morales Castro, motivados a recibirle sus memorias “Ser maestro y vivir para contarlo”, es sincero, auténtico y gremial.
Quienes por décadas compartimos presencialmente docencia y luchas, en este acto de despedida, adquirimos su legado escrito y firmado, para seguir interaccionando espiritual e intelectualmente con él.
Aníbal cumple fielmente el aforismo que nos recuerda Lizardo Carvajal: “Maestro que no escribe, caduca”.
Aníbal se guía por la metodología de Orlando Fals Borda, investigación, acción, participación, hacia la transformación de la realidad.
Fiel a sus principios éticos, prefirió dejar la Secretaría de Educación Municipal, que administrar más ampliación de cobertura contratada con los colegios privados.
Hoy la lucha gremial por la reivindicación de las plazas oficiales confirma la certeza de sus memorias, argumentadas con principios de paz y justicia restaurativa.
Nos confiesa en sus memorias, reflexiones dialógicas entre lo público y lo privado, derivadas de la experiencia de ejercer simultáneamente en colegios del clero y en instituciones educativas oficiales.
Aníbal, a veces mal comprendido por algunos colegas, nunca declinó la preponderancia del deber profesional y de la justicia restaurativa en la convivencia institucional.
Sus memorias renovarán la gratitud de sus amigos y el fisgoneo de sus detractores.