Negra Grande e inmortal

Luis Ángel Muñoz Zúñiga

Leonor González Mina “La Negra Grande Colombia”, la voz de los ancestros, la cantaora del boga ausente, cuyos canciones homenajearon a los esclavos que exclamaron que a esa mina no iban más, que como canoa se ranchó noventa años es su Litoral Pacífico, ayer decidió partir cual rosa de los vientos a reunirse eternamente con sus angelitos negros.

Si vuelve el tío Guachupecito ya no habrá quién lo invite a sentarse.

Los bogas ausentes no hallarán quien los consuele más con su canto.

Como Rafael Hernández lo profetizó, murió la reina.

Jorge Artel, Altero Agualimpia, Helcías Martán Gongora, Esteban Cabezas y Candelario Obeso, ya no tendrán quien siga cantando sus poemas como ella lo hacía en los grandes escenarios.

Quienes la aplaudimos tenemos que guardar gratitud con Manuel y Delia Zapata Olivella, porque una noche de junio de 1958, en el Teatro Olimpia de París, decidieron que Leonor González no sólo danzaría en el Grupo Folclor Colombiano, sino que también cantaría.

Así, esa noche nació La Negra Grande de Colombia, que después llevó los cantos ancestrales por escenarios de Moscú y otros de Europa.

Cuando regresó triunfal los caleños, en 1964 la admiramos en Teatro Municipal, en el Primer Festival de Arte de Cali, junto a Atahualpa Yupanqui, Rafael Escalona, Jaime Llanos Gonzáles y Alfonso Valdiri, que engalanaron la noche.

Al partir la Negra Grande de Colombia, no sólo la lloran los afrodescendientes de Robles: era voz de la etnia libre que se arraigó en Corinto, Puerto Tejada, Miranda, Caloto y Santander de Quilichao.

Negra Grande: sigue cantando el bereju currula.