¡No a las inversiones forzosas!

El consumo, es decir, la compra de bienes y servicios, crea la magia en la economía. Un ejemplo es el cuento del visitante de un hotel que paga al hospedero con un billete mientras lo inspecciona.

El hospedero, sin perder tiempo, usa ese billete para pagar la quincena pendiente a su empleado. El empleado, a su vez, corre a pagarle al arrendador la renta vencida. El arrendador, entonces, se dirige al carnicero y salda su cuenta.

El carnicero, por su parte, le paga a su meretriz por una noche de amor que le debía. Finalmente, ella se apresura a pagarle al hospedero por el cuarto donde se consumó el acto.

Mientras tanto, el visitante se da cuenta de que no le gusta el hotel y pide al hospedero que le devuelva su billete, ¡Pero la magia del consumo y del dinero ha obrado!

Todo sería perfecto si no fuera porque nuestro consumo depende de nuestros ingresos, menos lo que el gobierno nos quita en impuestos y lo que sacrificamos ahorrando, es decir, lo que guardamos para consumo futuro.

Lo de los impuestos no sería grave si estos se convirtieran efectivamente en consumo del gobierno. Pero por la corrupción, parte de estos impuestos terminan, de manera criminal, en bolsas y maletas atesorados en paraísos fiscales cómplices.

El ahorro, que es nuestro consumo futuro, se canaliza a través del sector financiero hacia el consumo de grandes y pequeños emprendedores, quienes, con sus iniciativas, garantizan que esos recursos no se pierdan.

Si llegara a suceder con el ahorro lo mismo que ocurre con nuestros impuestos, debido a las inversiones forzosas, el daño sería inconmensurable.

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miércoles 14 de agosto, 2024

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