No más excusas: La violencia contra las mujeres es una emergencia nacional
Cada 25 de noviembre, el mundo se tiñe de naranja para recordarnos la urgente tarea de eliminar las violencias contra las mujeres.
Sin embargo, en Colombia, esta fecha nos enfrenta con una realidad desgarradora: en lugar de avanzar, retrocedemos.
La realidad de la violencia contra las mujeres en Colombia es desoladora.
A pesar de los esfuerzos institucionales, las campañas educativas y los llamados a transformar nuestra cultura, las cifras siguen creciendo de manera alarmante.
Según datos de la Defensoría del Pueblo, en los primeros diez meses de 2024 se han registrado 10.342 casos de violencia de género, un incremento del 58% respecto al mismo período del año anterior.
Este dato es una denuncia en sí mismo.
Nos obliga a preguntarnos: ¿Qué estamos haciendo mal como sociedad para que, en lugar de disminuir, esta problemática crezca de manera tan acelerada?
Las mujeres hemos luchado históricamente por nuestros derechos, por nuestra dignidad y por nuestra seguridad.
Cada campaña contra la violencia de género y cada conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer son un recordatorio de nuestra resistencia, pero también una oportunidad para reflexionar.
No es posible que mientras más trabajamos por construir una sociedad igualitaria y justa, más crezcan estas cifras de violencia, que reflejan la persistencia de una cultura machista que sigue permitiendo la desigualdad y la violencia como herramientas.
En este 2024, hemos vivido momentos dolorosos que evidencian la urgencia de actuar.
La Fiscalía General de la Nación reporta que hasta noviembre se han registrado 406 feminicidios, mientras que el Instituto Nacional de Salud informa que el 76% de los 138.239 casos de violencia basada en género han tenido como víctimas a mujeres.
Y en un acto de doble injusticia, 25 personas transgénero también han perdido la vida, víctimas de crímenes que tienen en común un odio fundado en prejuicios y estigma.
Es aterrador observar cómo Antioquia lidera las estadísticas con 30 feminicidios, pero no podemos dejar de mirar hacia otros departamentos como Valle del Cauca, Norte de Santander o Córdoba, donde la violencia de género sigue siendo un problema estructural.
No son solo cifras: detrás de cada caso hay mujeres, niñas y adolescentes que enfrentan el peor rostro de la desigualdad.
Según la Defensoría, el 4,77% de las víctimas son menores de edad. Esto no puede seguir.
La Defensora Iris Marín lo dice con claridad: debemos dejar de ver a las mujeres únicamente como víctimas.
Somos agentes activas de paz y de seguridad.
Pero para que esto sea posible, las mujeres necesitan un entorno que garantice su vida y su integridad.
Para disminuir la violencia contra las mujeres, el camino a seguir es claro: debemos avanzar en la prevención, pero también en el castigo ejemplar a quienes han perpetrado la violencia de género.
Hoy los colombianos nos preguntamos, por qué hay tanta impunidad en los casos de feminicidas: ¿En qué va la condena a Andrés Gustavo Ricci, feminicida de Luz Mery Tristán hace más de un año? ¿Por qué el feminicida de Sofía Delgado estaba libre cuando la asesinó, pese a haber ya cometido abuso sexual a menores antes? ¿Cuántos más feminicidas están quedando libres por la famosa y controvertida figura de ‘vencimiento de términos’?
Aprovecho esta columna para exponer otro caso a la opinión pública, donde debemos unirnos para evitar que quede en la impunidad: el 19 de diciembre de 2022, Sandra Zuluaga, agrónoma de Campofert, un proveedor de fertilizantes, fue violada y asesinada por el señor Roger Rusbel Lenis, administrador de una hacienda en Palmira, cuando ella realizaba una visita técnica a ese lugar para proveerle fertilizantes.
Un año después de la lucha de su familia, el feminicida y violador fue capturado por las autoridades, pero el calvario de clamar justicia por Sandra, apenas empezó en ese momento, pues desde entonces se ha dilatado la judicialización de Lenis con 5 aplazamientos de audiencias, por excusas de la defensora, que ha dilatado sistemáticamente el proceso.
Ya hubo un primer intento de solicitud de vencimiento de términos, que el juez afortunadamente negó, pero las maniobras dilatorias siguen, y la próxima audiencia es este 2 de diciembre.
En su contra, el señor Roger Rusbel Lenis tiene ya pruebas contundentes: la Fiscalía encontró rastros de su ADN en el cuerpo de Sandra, además de diversas pruebas recolectadas en el lugar del crimen, que permiten afirmar que Lenis la violó y la asesinó de manera irrefutable.
Solo hace falta que la justicia actúe con la máxima condena, y no dilate más el proceso pues, si se llega a los dos años de su captura sin que haya sido vencido en juicio, la ley obligará a que sea dejado en libertad por vencimiento de términos, exponiendo a que un violador y asesino como Rusbel Lenis quede libre para atentar contra más mujeres.
El caso es llevado en el Juzgado Penal 8 de Palmira y estaré atenta a que la justicia actúe diligentemente en este caso, como en todos los que las mujeres son víctimas de feminicidas.
Es tiempo de que los esfuerzos sean reales, tangibles y efectivos.
Las campañas de prevención deben estar acompañadas de acciones contundentes: políticas públicas que fortalezcan el sistema judicial, más recursos para proteger a las víctimas y, sobre todo, educación desde la niñez para transformar las narrativas de poder y control que alimentan esta violencia.
Necesitamos más refugios, más líneas de atención inmediata y más protección para aquellas que denuncian.
También es urgente que como sociedad reconozcamos el rol que jugamos en perpetuar la violencia.
Desde las palabras que usamos hasta los silencios que guardamos, cada acción –o inacción– contribuye a este problema.
Basta ya de justificar la violencia con argumentos culturales o económicos.
Es hora de exigir un cambio, desde todos los frentes, porque cada mujer asesinada, golpeada o violentada es una deuda moral y social que cargamos.
No podemos esperar otro año con cifras desbordadas y vidas destrozadas.
Si algo nos enseña este 2024 es que los esfuerzos actuales no son suficientes.
Es el momento de pasar de la indignación a la acción.
De honrar a las mujeres que ya no están haciendo todo lo posible para que ninguna más tenga que ser parte de estas estadísticas.