Nuevos ministros

La designación del exmagistrado Iván Velásquez como nuevo ministro de Defensa, quien asumirá el difícil reto de desmantelar las redes de apoyo de los grupos armados, ocasionó reacciones encontradas.

Además, con la reciente designación, el presidente electo va configurando su gabinete de lujo: José Antonio Ocampo, Hacienda; Carolina Corcho, Salud; Cecilia López, Agricultura; Alejandro Gaviria, Educación; Susana Muhamad, Medio Ambiente; Álvaro Leyva Durán, Relaciones Exteriores; y Patricia Ariza, Cultura.

A propósito de mi columna anterior, titulada “La segunda independencia”, Rafael Rueda Mayor, uno de mis fieles lectores, comentó al pie: “Junto con una cantidad de epítetos, ahora que llegó al poder, cual padres celosos no lo admiten como novio recién llegado y tachan de negativo todo lo que anuncie para el nuevo gobierno”.

Y con motivo que en estos días previos el presidente electo ha venido anunciando los nombres de los ministros que conformarán su gabinete, no han faltado las voces de quienes “prefieren el silencio, que la cacofonía de anuncios”.

Rafael Rueda Mayor, valiéndose de su simpática analogía coloquial, nos describe lo que pasa con los antiguos opositores de Gustavo Petro.

¿Qué darán a entender sus opositores con las antipáticas voces que le exigen haga cosas de otrora? Entendamos que son los coletazos de la politiquería tradicional ante la magnitud de los cambios que se aproximan para Colombia: reforma tributaria, acabar con la intermediación en el sistema de salud, redistribución de la tierra improductiva, entre otras reformas trascendentales.

Anteriormente, la designación de los ministros, era un secreto guardado por los negociadores políticos, hasta ser destapados en el discurso de posesión presidencial del 7 de agosto y que la mayoría de las veces caían como baldados de agua fría contra los pronósticos y las especulaciones que lo antecedieron.

Incluso, se daban casos en que algunos aspirantes se quedaban con los crespos hechos porque a última hora fueron cambiados sus nombres por otros con padrino de mayor peso gamonal.

Excepto, en la “La Revolución en Marcha” del presidente liberal Alfonso López Pumarejo, desde entonces ninguno de los ministerios en los siguientes periodos presidenciales ejecutaban proyectos de gobierno con reformas políticas importantes.

Imposible que esto vaya a ocurrir con los ministros del Gobierno Petro. Es admirable su estilo, aunque también arriesgado, porque en el dominó y el póker quien muestre sus cartas siempre quedará en desventaja. Les falta razón a sus opositores que señalan “divisiones internas entre los nuevos ministros y visiones diversas de país” y vociferan que “el consenso debe comenzar desde el equipo de gobierno y que es hora que el presidente electo ponga orden”.

Afortunadamente, gracias a la multiplicidad de medios informativos, algunos caracterizados por el ejercicio pluralista y la libertad de prensa, más la inmediatez de los hechos que registran las redes sociales, los colombianos ya podemos formarnos autónomamente criterios serios. Evaluamos sin sesgo alguno las declaraciones de los designados para los próximos ministerios.

No faltaron quienes, desglosando el discurso pronunciado por el presidente electo, el 19 de junio, pretendieron seguir sembrando el odio entre los colombianos.

Pero tales mal intencionadas voces opositoras araron en tierra pedregosa y estéril, quedando defraudados en sus perniciosos propósitos porque sus pésimas semillas pronto se pudrieron al faltarles el sol.

Tampoco les sonaron las flautas a los opositores en estos días de concordia.

Esas voces se rezagaron con sus coletazos políticos, porque el país pactó una nueva historia. Los nombres para el nuevo gabinete, por primera vez en nuestra historia política, son escogidos no porque aportaran dineros a la campaña, eso no ocurrió, sino por su perfil, su erudición, su experiencias profesionales o reconocidos prestigios administrativos en anteriores cargos u otras carteras ministeriales.

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