Patrice Émery Lumumba, la voz que los belgas quemaron con ácidos
El continente africano, durante la época colonial, se constituyó en el epicentro del avasallamiento y, sobre todo, del sometimiento físico, psicológico y cultural por parte de los europeos.
Una práctica que, durante siglos, borró por completo los hábitos y costumbres de un continente que florecía en medio de la estigmatización, la precariedad y el abandono, frente a civilizaciones como la europea, que avanzaba técnica y tecnológicamente frente a las necesidades del hombre.
No obstante, en el continente africano, en medio del olvido y la segregación, cada día se podía evidenciar que emergían hombres y mujeres talentosos, capaces de innovar el mundo y cambiar prácticas como una clara contribución al bienestar de la raza humana.
Sin embargo, esas virtudes, además de ser plagiadas, eran envilecidas para denegar el potencial que se veía venir del hombre africano.
Durante siglos, aquí en el continente negro —como peyorativamente le llaman— han emergido figuras de la política, el arte, la ciencia y las culturas, que, a medida que son descubiertas, dejan extasiado al mundo al ver tanta genialidad e inteligencia oculta en medio de la pobreza y, sobre todo, de la marginalidad y el abandono.
Patrice Émery Lumumba
Patrice Émery Lumumba fue más que el primer ministro del Congo independiente. Fue la encarnación de un continente que despertaba tras siglos de opresión.
Su voz, cargada de dignidad y fuego, aún resuena como símbolo del panafricanismo y de la lucha por la verdadera libertad.
Este invisibilizado negro nació el 2 de julio de 1925 en Onalua, en lo que entonces era el Congo Belga. Hijo de una familia humilde, trabajó como empleado de correos y periodista.
Desde joven, su inteligencia y su oratoria lo convirtieron en una figura incómoda para el sistema colonial. Consciente del dolor de su pueblo, denunció la hipocresía del dominio belga, que se presentaba como “civilizador” mientras explotaba la tierra y la vida de los congoleños.
En 1958 fundó el Movimiento Nacional Congoleño (MNC), un partido que soñaba con un país unido, libre de divisiones étnicas o tribales.
Su mensaje era claro: la independencia debía ser total, no una apariencia bajo control económico extranjero.
El 30 de junio de 1960, el Congo logró su independencia. Durante la ceremonia oficial, el rey Balduino de Bélgica pronunció un discurso condescendiente, celebrando la “obra civilizadora” de su país.
Lumumba, sin ceder al protocolo, respondió con una de las piezas oratorias más potentes del siglo XX. Denunció el racismo, la esclavitud y los abusos coloniales, y exigió respeto y soberanía para su pueblo.
Ese día, su voz marcó el nacimiento político de una África que reclamaba su historia.
Pero la independencia fue breve. El nuevo Estado se sumió en el caos, entre presiones internacionales y ambiciones internas.
Bélgica, Estados Unidos y los intereses mineros extranjeros temían que Lumumba se acercara a la Unión Soviética. En ese contexto, fue derrocado por un golpe de Estado liderado por Joseph-Désiré Mobutu, con apoyo de la CIA y del gobierno belga.
Muerte de Patrice Lumumba
El 17 de enero de 1961, Lumumba fue asesinado en Katanga. Su cuerpo, disuelto en ácido, parecía destinado al olvido. Pero los ideales no se disuelven.
Hoy, Patrice Lumumba es recordado como héroe nacional del Congo, símbolo del panafricanismo y mártir de la descolonización.
Su pensamiento sigue inspirando a quienes creen en la independencia real de los pueblos, no en las independencias vigiladas por las potencias. En 2002, el gobierno belga reconoció su “responsabilidad moral” en su muerte, un acto tardío pero necesario.
Lumumba fue asesinado por atreverse a decir la verdad. Por recordar que la libertad no se mendiga, se conquista.
Su legado sigue siendo una brújula moral para África y para el mundo.