Petro, “el bárbaro”
Sin duda el impase surgido con Estados Unidos, específicamente la confrontación ideológica en la cual metió el presidente Petro al país con el presidente Donald Trump, tendrá profundas secuelas que se sentirán a lo largo de los 17 meses que le quedan de mandato al presidente colombiano.
Hoy no se entiende en qué estaba pensando Gustavo Petro cuando a las tres de la mañana, vía su cuenta de X y no por un canal diplomático oficial, decidió el desautorizar el ingreso de aviones que traían a un grupo de colombianos que estaban siendo deportados, luego que el mismo gobierno colombiano ya los había autorizado previamente.
Gustavo Petro cometió varios errores de cálculo y no tuvo en cuenta el contexto real de lo que sucede no solo en el ámbito local sino también el concierto latinoamericano y en la realidad de la política interna de Estados Unidos.
En primer lugar, Petro hizo una apuesta irresponsable esperando sin duda las siguientes situaciones:
Primero, generar unidad en Colombia frente a una crisis diplomática, algo que a todas luces no le salió bien, porque incluso algunas voces medianamente sensatas que aún están en las toldas de su gobierno, se apartaron o guardaron silencio al respecto, dejando solo al presidente con sus “barras bravas” ideologizadas que vieron en esta ocasión a esa voz trasnochada que ha gritado arengas “antiimperialistas” durante varias décadas.
De igual forma, en lugar de encontrar unidad, Petro logró darle una “caballito de batalla” a la oposición, en la cual hasta los alcaldes de las ciudades principales del país se pronunciaron ante semejante exabrupto diplomático.
En segundo lugar, Gustavo Petro sobredimensionó su liderazgo internacional, específicamente en el concierto latinoamericano, pues de la manera como se enfrentó a Donald Trump (un presidente que por cierto se ha forjado personal, económica y políticamente a través de la confrontación), daba cuentas con contar con un respaldo decidido de otros líderes afines a su imaginario político, específicamente de Lula de Brasil y Sheinbaum de México, a la postre los únicos actores medianamente relevantes en esta región del mundo.
Por el contrario, de manera similar a lo sucedido en Colombia, Petro solo obtuvo silencio frente a la situación, pues Brasil y México actúan de una manera más pragmática y no desconocieron el hecho de que Donald Trump hoy es un mandatario fortalecido que apenas está iniciando su mandato y toca aprender a convivir con esa situación.
Y es allí donde Petro tuvo su tercer error de cálculo, pues no tuvo en cuenta una de las premisas básicas de las relaciones internacionales al desconocer la realidad doméstica de Estados Unidos, en la cual hoy por hoy Trump es un presidente que apenas ingresa al cargo y que las medidas, si bien polémicas de esta primera semana de su segundo gobierno, han calado bien en la sociedad estadounidense en general, eso sin contar que es un mandatario con un alto nivel de gobernabilidad al contar con mayorías en el Congreso.
En este panorama y con la intención de dar golpes de opinión ejemplarizantes de parte del gobierno Trump, Gustavo Petro “mordió el anzuelo” y le sirvió de “conejillo de indias” al presidente norteamericano, quien mostró a través de Colombia, que su retórica va en serio y que está dispuesto a hacerla cumplir.
Por último, Petro no tuvo en cuenta que esta era una confrontación muy desigual, en la cual Colombia, mejor dicho su gobierno, no tenía chances de salir victorioso, toda vez que Estados Unidos para Colombia representa según el DANE cerca del 26% de su comercio internacional, mientras que Colombia para el país del norte solo representó el 0.86% de sus exportaciones según datos de la Comisión Federal de Comercio – FTC.
Lo anterior sin contar los 4.163 millones de dólares de inversión directa en el país proveniente de Estados Unidos en 2024 (cifras MinCIT), o de los los 780 millones de dólares de ayuda oficial en temas humanitarios y de desarrollo rural girados a través de USAID y ni que decir de la cooperación en materia militar, hoy más importante que nunca teniendo en cuenta que el mismo Petro rompió relaciones con el segundo proveedor de material militar del país, Israel.
Sin duda Colombia, y específicamente Gustavo Petro quedó en una situación de debilidad tanto interna como internacional, algo que quedó en evidencia tan solo 20 horas después de su “bravuconada” innecesaria, pues se da vuelta atrás aceptando, como lo expresa en un comunicado el Departamento de Estado donde el gobierno colombiano “acepta todas las condiciones del Gobierno de Donald Trump”, lo cual demuestra la fragilidad de nuestro país frente a la principal potencia mundial en materia económica, política y militar.
Este impase innecesario, se da por el manejo ideologizado de las relaciones internacionales por parte del gobierno Petro, pero también a su carácter imprudente y en algunos sentidos “ególatra” que llevan al presidente a hacer en diversas ocasiones errores de cálculo, a raíz de su sobredimensionamiento de capacidades de liderazgo, eso sin dudas por lo menos en materia de algo tan técnico como lo es la política exterior, convierte a Gustavo Petro en un bárbaro que parece supeditar al Estado colombiano frente a sus intereses de figuración para asumir roles de visibilidad internacional.