¡Por fin!
Elaboré este escrito el viernes anterior, sin saber el veredicto electoral del día de ayer. Descansamos, la verdad sea dicha.
Salimos de ese berenjenal en que se convirtió el debate presidencial, donde unos y otros se lanzaron guijarros verbales de toda índole.
Afortunadamente, este proceso, al menos hasta el próximo 7 de agosto, entra en cuarentena, fecha en la que el ganador tendrá un reto bastante complicado, en razón a todos los problemas financieros y sociales que le deja su antecesor y, quién pierda, con derecho a una curul en el Senado, tendrá listo todo un arsenal para buscar otra oportunidad en 2022.
Espero, por el bien de la patria, por su sindéresis, por su brillantez y por su juventud, que el elegido haya sido Iván Duque Márquez.
Colombia no está para ser sometida a experimentos comunistas así se disfrace de “socialismo humano”, sobre todo cuando ese experimento ha sido un fracaso mundial.
Colombia no puede pretender involucrarse en situaciones ideológicas en las que predominan el atraso, más pobreza, desinstitucionalización estatal e irrespeto a las opiniones contrarias.
Seguramente, si el perdedor es Gustavo Petro, conociéndolo, no se quedará quieto, pues desde la curul que le corresponderá legalmente, se convertirá en el “fiscalizador” de la gestión del nuevo presidente, quién entre otras razones, deberá realizar no un buen gobierno sino un extraordinario gobierno, sacando al país de ese estado light en que lo deja Juan Manuel Santos.
Es la oportunidad para que los menores de 45 años demuestren que sí son capaces de dirigir un país considerado todavía como una república bananera.